Adjetivos a granel en boca de candidatos

Es increíble la falta de mesura y prudencia en los candidatos que terciarán en las elecciones de octubre; cada uno hace gala de conocer muchos adjetivos calificativos y de otra laya que ofenden a la colectividad nacional, además de lastimar a oponentes. Responder a acusaciones, denuncias, falsedades y otras situaciones, no debería estar acompañado de insultos y adjetivaciones que no corresponden. Son situaciones que, en todo caso, merecen respuestas serenas y educadas, o mejor sería no responder, porque si la conciencia está limpia, no hay razón para tomar en serio lo malo que se diga de uno tan sólo por inquinas o complejos.

Lo grave de esta situación es que los candidatos “se zafan” con facilidad hacia el campo del insulto; no respetan ni a niños ni a mujeres (aunque muchas de éstas tienden a adquirir el mismo lenguaje chabacano, soez y malcriado). Lo cierto es que nadie tiene derecho de decirles a sus contrarios políticos vituperios e insultos, porque todo ello cae en la cara de quienes usan esos términos; en otras palabras, “lanzan escupitajos al cielo y los reciben en su propia cara”.

Es fácil y digno de seres racionales y educados escuchar, analizar y responder con altura; recoger basura con las manos no es bueno para nadie porque se corre el peligro de levantar algo más detestable y sucio. Por otro lado, si hay limpieza de conciencia y las intenciones son honestas y responsables en la campaña política que se lleva a cabo, no corresponde mancharla con adjetivos y guerras sucias.

Democracia implica uso consciente, honesto y responsable de la libertad de expresión; no es, en modo alguno, usar libertinaje para insultar, lastimar y zaherir al contrario. Democracia es el mejor camino para actuar con decencia y altura. Quienes predican respetar la Constitución y las leyes desempeñándose democráticamente en sus campañas, deben aislar de su vocabulario términos ofensivos y adjetivos hirientes. Lo contrario es reclamar para sí lo que se dice del otro y, a veces, lo que se diga de uno puede ser más grave y doloroso que lo expresado.

La guerra sucia que vemos en estos días muestra hasta qué punto los políticos y sus adeptos se inclinan hacia el abismo de los insultos, de las bajezas e inmundicias que no corresponden a una campaña electoral. Si hay buenas intenciones para el país, que se demuestre con el comportamiento, con una porción mínima de sindéresis y educación; de otro modo, se abrirán caminos de discordia y enfrentamiento que producen heridas que no cierran o tardan mucho en cicatrizar.

Sería interesante que el TSE recapacite a los diferentes candidatos sobre el comportamiento que deben tener entre ellos y hacia la población, de cuyo seno saldrán los votantes en las mesas de sufragio.