Ramón Claure Calvi
El tema de los ferrocarriles “capitalizados” es esencialmente geopolítico, que en 18 años del proceso en manos chilenas, no preocupó al país en su conjunto y menos a los gobernantes de turno y políticos de todos los matices ideológicos. En su momento y durante dos años se pregonó los beneficios de la “capitalización”; periodistas, profesionales de diversa especialidad, historiadores y políticos, cantaron loas al proceso y pronosticaron la modernización y extensión de los ferrocarriles.
En el inicio del proceso, Chile organizó dos empresas: la Andina y la Oriental, objetivos: destruir la Andina y conservar la Oriental. Cruz Blanca, la adjudicataria, probablemente por haber cumplido parte de sus objetivos, transfirió sus acciones a otras empresas. La Red Oriental presumiblemente con el apoyo del gobierno, estaría bajo control de Venezuela. Lo que puede añadir problemas más adelante es el hecho de que en el proceso capitalizador, el Tratado de 1904 no fue ni mencionado.
Este instrumento jurídico internacional en su artículo tres señala construir el Ferrocarril Arica - La Paz y financiar hasta un cinco por ciento los costos de diseño y construcción de los siguientes ferrocarriles: Uyuni a Potosí; Oruro a La Paz; Oruro por Cochabamba a Santa Cruz: de La Paz a la región del Beni y de Potosí, por Sucre y Lagunillas, a Santa Cruz.
Como se puede apreciar, Chile sabía que el ferrocarril para una Bolivia enclaustrada era imprescindible; es más, sin el ferrocarril Arica - La Paz, el Tratado de 1904 elaborado para “estrechar las relaciones políticas y comerciales de ambas Repúblicas”, no podía haberse ejecutado y de hecho quedar anulado. La santidad de dicho tratado incumplido sirvió para justificar nuestro encierro geográfico y la usurpación de 120.000 Km2, de territorio en costas del Pacífico.
En el momento de escribir este breve relato, la Red Andina con una longitud de 2.274 Km, 1.294 Km están destruidos; en 980 Km. los capitalizadores operan sin hacer mantenimiento de la estructura vial hasta su total destrucción. En palabras sencillas, la “capitalización” de ENFE a manos chilenas fue un fraude y una alta traición a la Patria.
Sus autores intelectuales y ejecutores en algún momento recibirán su merecido castigo. Entre tanto, quienes sentíamos cansancio y bronca con la conducta antinacional de los gobernantes del momento, mayoría de bolivianas y bolivianos, decidimos apoyar el ascenso al poder político de Evo Morales Aima, al cabo de ocho años, estamos experimentando el mismo cansancio y bronca por el falso testimonio del cambio y abuso de poder.
En el ámbito específico de los ferrocarriles, el gobierno no tiene palabra para señalar qué se hace con la tramposa capitalización y destrucción de nuestro sistema ferroviario, será porque no tiene una agenda ferroviaria. Los subalternos pregonan trenes bala sin saber qué condiciones técnicas, poblacionales, económicas y estructurales deben asistir a proyectos como los anunciados con tanta vulgaridad.
El tema ferroviario como resultado de la “capitalización” pasó a ser tema muy complejo; sin embargo, por sus valores logísticos de integración nacional e internacional, costos de operación, medio ambientales y geopolíticos; con soberanía marítima o sin ella, el ferrocarril no puede ser sustituido por otro medio de transporte masivo; en suma, el ferrocarril es sustantivo para un progreso y desarrollo armonioso del país. El Gobierno del MAS pregona y valora en extremo su filosofía socialista, los ferrocarriles fueron “capitalizados” y destruidos por mandato del Consenso de Washington, por tanto, señor Evo Morales Presidente del Estado Plurinacional, es tiempo de que usted le anuncie al país el proceso que aplicará a la recuperación y recomposición de los ferrocarriles, no en teoría y pomposos “proyectos” sino con una visión clara y efectiva de acuerdo con nuestras reales necesidades y capacidad productiva.
No es momento de mencionar los trenes bala o la levitación magnética sin ruedas, vendrán en su momento. Que se elabore una agenda ferroviaria a cargo de entendidos en ferrocarriles con la participación de representantes de probables inversores, las exigencias económicas y técnicas son cuantiosas. Destacando estos factores el autor de este breve análisis, en los últimos seis años remitió a Palacio de Gobierno más de cien páginas, ninguna mereció por lo menos en acuse de recibo.
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