Víctimas relatan sus penurias
Más de 400.000 habitantes de Gaza fueron desplazados a causa de la reciente operación militar de Israel contra la Franja, que duró 50 días. Unas 18.000 viviendas resultaron también destruidas y muchas otras dañadas.
Uno de los vecindarios más afectados fue Shejaiya, abarrotado y cercano al borde occidental, donde el ejército israelí aseguró haber bombardeado los túneles que militantes palestinos habían construido para llevar a cabo ataques sin ser vistos.
Antes de la ofensiva, el gobierno de Israel advirtió a los 80.000 residentes del barrio que debían abandonar el lugar. Sin embargo, muchos no pensaron que los ataques fueran a ser muy serios y se quedaron en sus casas.
La noche del 19 de julio Israel atacó con artillería pesada, morteros y desde el aire. En 24 horas murieron decenas de palestinos y al menos 13 soldados israelíes.
Desde entonces, aquellos que no huyeron viven entre los escombros. Estas víctimas cuentan a la BBC cómo es.
UN PROFESOR
Abdul Karim Abu Ahmed, de 55 años, dice que Shejaiya solía ser un distrito bonito y que se sentía orgulloso de vivir allí.
El profesor, empleado del ministerio de Educación y encargado de revisar la enseñanza del inglés en las escuelas primarias de Gaza, tenía una casa grande con jardín que compartía con su esposa y sus 11 hijos, de entre 7 y 25 años. Un hogar que se hizo añicos durante el bombardeo.
“Nos quedamos sin nada”, cuenta sentado sobre el amasijo de cemento y hierros que antes fueron su casa. “Vivimos en condiciones miserables”, se queja. “No tenemos agua ni electricidad. Todo está destruido. No hay muebles ni cobijas”.
Al menos consiguió salvar sus novelas inglesas y los archivos importantes de las ruinas de su estudio.Pero dice que no va a quedar así. Mientras renta un apartemento en Ciudad de Gaza, junto con su hermano y sus hijos trata de reconstruir la vivienda. “Volveremos aquí, a esta casa. La vamos a hacer aún más bonita”, aseguró.
EL BARBERO
Essam Habib había abierto su barbería en la calle Habib sólo 18 meses antes de la ofensiva. Sus tíos y primos murieron en los ataques, pero su negocio sigue en pie, al menos el edificio, al igual que la casa familiar.
“La gente huyó. No hay casas, así que apenas quedan clientes”, dice. Pero debe seguir cortando pelo y afeitando barbas para poder al menos comer.”No tuve otra opción que limpiar la barbería, regresar a trabajar y rezar”, cuenta.
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