Causa pesar escribir sobre los temas del país porque no podemos quedarnos conformes con anuncios rimbombantes y falsos que se proclaman a los cuatro vientos. Uno de esos anuncios nada convincentes es que Bolivia será el centro de distribución energética de Sudamérica. Pudo serlo hace algunos años cuando, con otra mentalidad, estaban abiertas las posibilidades de exportar GNL a México y California a través del puerto chileno de Patillos. Sin embargo, con la mollera llena de recovecos y misterios de los políticos de nuevo cuño, se dijo que el propósito era venderle disimuladamente el gas a Chile.
Sabemos lo que sucedió como consecuencia de tan oscura ocurrencia: se desató la “guerra del gas”. Fue el pretexto para tumbar a Sánchez de Lozada y abrirle vía libre a los golpistas populacheros que, finalmente, el 2005 vencieron en unas elecciones democráticas y se instalaron en el poder para despedazar lo que llamaron democracia pactada o neoliberal. Como resultado de la posterior “nacionalización” de los hidrocarburos el afán de hacer de Bolivia el centro energético sudamericano se fue al garete. Mucha alharaca, mucha amenaza, mucho show, y poca cabeza.
Lo que ahora sí está sucediendo es que nuestro país se reconoce universalmente como el centro continental de distribución de cocaína. Ese es el logro y el galardón que Bolivia está alcanzando. De anhelar ser una potencia energética hemos pasado, en menos de una década, a superpotencia narcotraficante. De potenciales distribuidores de energía a miserables distribuidores de droga. Da lástima decirlo pero estamos camino de ser una peste en la entraña de Sudamérica. Naciones como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay, están tomando sus medidas. Se están vacunando contra el Estado narcotraficante, que, para hacerlo completo, es además lugar de tránsito de la droga peruana. El caso brasileño, sobre todo, ha alcanzado proporciones escandalosas, porque además de gas limpio, los estamos taqueando con pichicata sucia.
El presidente Obama mostró su preocupación y expresó que Bolivia, junto a Venezuela y Birmania, podrían ser proscriptas en la comunidad internacional por su inconducta. Esto avergüenza y ofende, pero, además, señala un rotundo fracaso en la lucha anti drogas. Dice el Gobierno que, como nunca, se erradican miles de hectáreas de cocales al año, pero no dice cuántas otras miles se cultivan clandestinamente. El hecho es que los vecinos protestan y resguardan sus fronteras, caen jefes policiales pringados con la droga, los ajustes de cuentas callejeros son diarios, los sicarios tienen trabajo bien pagado, el dinero brilla en el Chapare, y se consume cocaína hasta en los colegios. ¿Andamos bien?
S. E. molesto con las acusaciones que llueven desde todos lados no ha tenido mejor idea que decir un despropósito, seguramente que por mala información: “Quiero recordarle (¿a Obama?) que durante la dictadura de Banzer los cultivos de coca crecieron hasta 60 mil hectáreas” (El Deber, pág. 2, 18 de septiembre). Aunque no sabemos qué ha querido decir S.E. con la comparación, la verdad es que se equivocó. Durante el primer gobierno del general Banzer hubo en algún momento alrededor de 12 mil hectáreas de coca. Tal vez S.E. ha sumado los siete años de ese gobierno para hacer su cálculo. Y durante la administración democrática del presidente Banzer, se empujó como nunca el Desarrollo Alternativo, se aplicó la Ley 1008, y en el Chapare se podía ver plantaciones de banano, pimienta, palmito, piña, maracuyá y otros productos limpios. Hubo un reconocimiento mundial a Bolivia por su accionar. Había coca excedentaria, pero muy pocas hectáreas, porque ese gobierno decidió acabar con la coca destinada al narcotráfico, aun a costa de que los cocaleros secuestraran y mataran a nuestros soldados (S.E. ya era por entonces presidente de las seis federaciones del trópico de Cochabamba).
En este tema hay que dejarse de historias y de farsas. Existen en Bolivia aproximadamente 20 mil hectáreas excedentarias o más. No se puede saber exactamente. Esa coca no es apta para el acullico. Quiere decir que el Gobierno está haciendo la vista gorda con la hoja para el narcotráfico. La coca del Chapare no tiene otro destino que la elaboración de cocaína. No sirve para masticarla por amarga. Para hacer matecitos y pastelitos de coca no se requieren 20 mil hectáreas de cultivos amargos.
Mala cosa entonces que, en vez de que Bolivia sea centro de distribución energética de Sudamérica, honroso sitial que todavía está en veremos mientras no se descubran nuevos yacimientos con fuertes inversiones externas, sea, sin duda, centro de distribución de cocaína, lo que realmente humilla y duele porque es cierto.
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