Menudencias
Han transcurrido ya ocho años de gestión del gobierno y aunque desde sus inicios el núcleo duro de su administración se mantiene casi sin cambios, resulta aún difícil descifrar si sus acciones obedecen a una estrategia bien definida y mejor ejecutada o son fruto de un extraordinario nivel de incompetencia e improvisación.
Es difícil entender, en las acciones del diario vivir de la política criolla que inspiran las aspiraciones de aferrarse ad
aeternum del gobierno, si todo se origina en un nivel grande de estulticia o si es fruto de una estrategia que soporta y se soporta en el autoritarismo de sus actores. Según Tomás de Aquino, hay estulticia especulativa y estulticia práctica. Es decir, hay gentes muy limitadas de inteligencia pero que saben bien actuar y hay otras, en cambio, inteligentísimas que son estultas en su actuar.
Desde el sentido común, por ejemplo, se hace difícil entender que la Ministra de Comunicación haya declarado que salvo saber quién es el gerente general, “ni siquiera” sabe “quiénes están dirigiendo el canal” estatal de televisión. Y eso que, según la ministra, esos señores a los que dice que no conoce “definen cuál es su programación, su estrategia y su política”.
Si lo que dice es cierto, es grave que el manejo de los bienes del Estado, que son de todos los bolivianos, aunque en estos tiempos estén al servicio casi exclusivo del gobierno, esté en manos de gente tan desconocida que ni siquiera la responsable de toda la información del Gobierno conoce. Según la ministra, la empresa Bolivia TV “tiene autonomía de gestión, autonomía jurídica, administrativa y de decisiones, absolutamente” y tiene, por tanto, “todo el derecho y deber de establecer sus propias políticas”.
La información de la ministra preocupa porque esas personas desconocidas para la principal autoridad del sector son las que definen estrategia y política de una de las empresas más importantes del Estado, por cuanto es la encargada de informar, educar, entretener y generar opinión en función de los intereses nacionales, que son intereses de todos. Más aún, porque ella dijo también, en algún momento, que los medios del Estado tienen que estar al servicio del gobierno del que ella es funcionaria.
En los corrillos se dice casi desde el inicio de estos tiempos de cambio que si los servicios de comunicación y propaganda son los más eficientes que tiene el gobierno se debe al asesoramiento de cubanos o venezolanos. ¿Habrá que inferir, de lo dicho por la ministra, que no sólo es asesoramiento, sino también dirección y manejo? Y por extensión, inferir también que si eso pasa en un área estratégica como la de comunicación, es posible que ocurra lo mismo en otras áreas. Y, por supuesto, en otras empresas estatales.
Aunque una característica típica del estulto, según Tomás, es creer que todos tienen su condición, vamos a suponer con muy buena voluntad que lo afirmado por la Ministra de Comunicación es sólo una salida política circunstancial. Una forma bastante estúpida de justificar la ausencia del canal Estatal en el debate pre electoral de candidatos que organiza la Asociación de Periodistas de La Paz.
Es ciertamente injustificable que el canal Estatal, que es canal de todos, no esté al servicio de todos. Pero desde la praxis política en estos tiempos, es fácil de explicar. La orden de arriba fue no participar en ningún debate con la oposición. Y la cultura vertical en la que los libre pensantes sólo sirven para levantar la mano la impuso a rajatabla no sólo a los candidatos. La acataron también todas las gentes que están al servicio del gobierno. Tirasacos o no, si los candidatos no van, tampoco lo hacen los medios que los apoyan.
En tal caso, hubiera sido mejor declarar con total franqueza que como el presidente candidato no considera a ninguno de los otros candidatos a su nivel para debatir, la orden vigente es ignorar cualquier debate. Esa explicación hubiera sido honesta, pero, sobre todo, coherente con la vigente cultura autoritaria y de sumisión total a la voz del jefe.
Al margen de los dichos de la ministra, que son sólo anécdota, desde el análisis de las estrategias de propaganda política parece bastante estúpido no transmitir un debate circunscrito sólo a los candidatos de oposición. En el escenario actual, debatir con el presidente candidato hubiera servido para desnudar sus fallas (por si fuera aún necesario), confrontarlas y proponerle al país alternativas. Así como se plantea ahora, el debate sólo sirve para poner en evidencia (como si fuera necesario) la dispersión lamentable de la oposición. Y el espectáculo de descalificaciones mutuas entre gente que está en la misma vereda hubiera resultado, sin duda, políticamente más rentable para los planes de perpetuidad.
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