La trata y tráfico de personas junto a la inseguridad ciudadana -aparte del narcotráfico, por supuesto-, constituye el círculo vicioso que más preocupa a estantes y habitantes del país, mientras ofrece un crecimiento epidémico. Entre el 2008 y 2012 se registraron 1.605 casos de trata y tráfico en la Policía y tan sólo 631 denuncias en la Fiscalía. En 2013 la Policía conoció 458 y en los primeros 5 meses de ese año 187 casos, pero estos son informes oficiales, mientras que observadores particulares afirman que en los últimos años este delito se incrementó en 92.2 %, de modo que según ellos sólo en La Paz ocurrirían cinco desapariciones diarias con destino al tráfico de personas.
El director de Trata y Tráfico del Ministerio de Gobierno dijo que se investiga la relación delictuosa entre Bolivia y México, habiéndose repatriado a 7 personas y que lo propio se gestiona en Chile y Argentina. Añadió que hasta el momento las pesquisas se orientan hacia organizaciones pequeñas, adelantando que hasta fin de año se tendrá resultados sobre “redes más grandes”. Sin duda, en el país los plagios carecen de finalidad interna y si las autoridades han logrado avances sobre las llamadas redes “pequeñas”, ya podrían disponer de cabos que conduzcan a conocer datos ciertos acerca de las grandes organizaciones criminales que operan desde el exterior. La trata y tráfico tiene por destino la prostitución -mujeres adolescentes en especial- y la explotación laboral, sin descarte de la venta de órganos.
Como ocurre con el narcotráfico y el tránsito de droga a través de Bolivia, la trata y tráfico aprovecha la vulnerabilidad del país y la similar inseguridad ciudadana, que otorgan grandes facilidades a la comisión de los más distintos delitos, de ahí su proliferación a niveles antes desconocidos. Casi invariablemente, los casos de trata y tráfico tienen lugar a bordo de radiotaxis, taxis y otros medios de transporte público, sin que las autoridades hubiesen logrado avances en la detención de los responsables.
Hasta el momento se carece de controles efectivos y reales de dicho parque automotor y menos de sus conductores, quedando los usuarios a merced de bandas especializadas en plagios, secuestros, robos y demás atentados, además que muchos conductores son “cogoteados” para hacerse de sus motorizados. Repetidamente las autoridades municipales y las nacionales (ATT) hacen conocer censos y registros de seguridad de ese tipo de transporte, pero sin ningún resultado positivo. Automóviles diversos ostentan letreros de tal o cual línea de radiotaxis y circulan libremente sin ninguna garantía para los pasajeros. Si de veras existiesen controles confiables, disminuirían los delitos y podría darse con los autores, cubiertos ahora por flagrante impunidad.
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