La reunión que sostuvieron el delegado boliviano por la demanda marítima, Carlos Mesa, y el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, a principios del mes en curso, fue calificada como “extraordinariamente positiva” por José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos –OEA- (El DIARIO, septiembre 7, de 2014).
“Extraordinariamente positiva”, dijo, como hemos visto líneas arriba, el diplomático. ¿Positiva desde la óptica chilena? ¿O porque le habría permitido acopiar datos, políticos e históricos, para desarrollar la campaña antiboliviana que pretende desplegar La Moneda, a nivel mundial, con motivo de la demanda marítima, que radica en La Haya, desde el 2013? ¿Será porque todo lo que hablaron Mesa y Ki-moon, sobre el centenario diferendo, posiblemente haya sido monitoreado y posteriormente elevado a conocimiento de su Cancillería, con el rótulo de confidencial?
En consecuencia las palabras de José Miguel Insulza no inspiraron ni inspirarán confianza en la población boliviana, por la sencilla razón de que él representa los intereses oligárquicos de la nación transandina, contrarios, en absoluto, a los supremos objetivos que encierra la demanda marítima, que es de conocimiento de la opinión pública mundial.
Palabras de Insulza que reflejan, ni duda cabe, la actitud farisea chilena de siempre. Y a ello se suma la doble moral que ostenta, desde esa alta y respetuosa tribuna de los países americanos, en relación con el tema del enclaustramiento boliviano, consecuencia de la salvaje invasión anglo – chilena, de 1879. Salvaje porque no respetó siquiera los recintos consagrados al Divino Creador. Ahí están, como prueba de nuestra afirmación, las “dos balas de cañón que fueron extraídas de las paredes del templo de Calama en el ataque del ejército chileno”, conservadas por la Sociedad Geográfica “Sucre” (Joaquín Gantier: “Monografía de la Sociedad Geográfica “Sucre”. Boletín de la Sociedad Geográfica “Sucre”, Tomo XLVI, año 1957, No. 443, página 12).
La política diplomática artera, distraccionista y dilatoria que asumió Chile, mediante sus servidores públicos, como los Bachelet, los Piñera, los Muñoz, los Insulza y tantos otros, ha truncado el histórico propósito de retornar al mar que nos fue usurpado al correr del Siglo XIX. Aquélla hizo escarnio de la pretensión boliviana de recuperar su legítimo derecho sobre la costa que le fuera desmembrada a Bolivia con una agresión armada.
El pueblo boliviano está consciente de que la consigna del momento, cuando la demanda marítima concita la atención de los pueblos del mundo, es recuperar lo que nos robó el expansionismo anglo - chileno. Tarea que será dificultada, obviamente, por señales negativas, como aquéllas que han emprendido los ex presidentes chilenos, grabando un video a fin de desvirtuar la demanda entablada por Bolivia en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (EL DIARIO, septiembre 18, de 2014).
En suma: la clase dominante chilena, que usufructúa del poder actualmente, ha perdido credibilidad en torno al tema marítimo boliviano.
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