Ciudades sitiadas por los bloqueos


 

Un antiguo dicho oriental señala: “Triste es la vida de países que no encuentran contento, que pierden todo lo que tienen porque no se entienden”. La frase es aplicable a nuestro país donde, prácticamente, hay protestas, marchas, manifestaciones, exigencias, chantajes, huelgas y otros extremos que llegan a la acción terrorista, como es el bloqueo.

Parecería que el bloqueo se ha convertido en arma contundente contra el Gobierno, contra propios o extraños de una misma organización, arma terrible contra el desarrollo del país, arma decisiva para agravar los índices de pobreza, arma eficaz para evitar la educación y la cultura de niños y jóvenes, instrumento capaz de herir los sentimientos y tradiciones y cultura de todos los pueblos.

Quienes llegan al extremo del bloqueo no entienden que esa medida va en contra de ellos mismos, porque la acción de bloquear el libre tránsito de personas por calles, avenidas, caminos o cualquier vía es restringir, anular, violar, negar y destruir derechos elementales del ser humano, como es el de usar su libertad para cumplir sus obligaciones, trabajar, educarse, formarse, vivir en pos del diario sustento.

El bloqueo es la forma más eficaz, contundente y destructiva contra la cultura, educación, trabajo y desarrollo; es el mejor medio para agravar las condiciones de mala salud del pueblo; es la forma más indolente para no reconocer derechos humanos y condiciones más elementales de vida de la población. Es destruir la economía pública y privada porque se anula o desquicia el trabajo, la producción. Quienes bloquean aduciendo derechos lo primero que hacen es atentar contra los derechos del bien común.

En las tácticas de las guerras antiguas, el bloquear una ciudad o un villorio o un pueblo implicaba condenar a su población a los peores extremos y, en casos, se provocaba la aparición de graves enfermedades difíciles de combatir con un pueblo cerrado, obstruido, cercado por el bloqueo que no permite ningún paso positivo; quienes bloqueaban se aseguraban, como hoy en las ciudades de nuestro país, éxitos que los disfrutan a costa del sufrimiento del pueblo. Quienes bloquean protestando contra el gobierno o contra las autoridades locales, no afectan directamente a ellas, lo hacen contra el pueblo y sus derechos a la libre circulación, al derecho de vivir y comportarse conforme las leyes establecen.

Será preciso y urgente que en algún momento se haga conciencia de lo pernicioso y destructivo que es el bloqueo y que es, en resumen, la mejor forma de ser terrorista. Por todo ello, las autoridades deberían aprobar leyes contundentes contra este delito porque no basta condenar al terrorismo sin causar mella al bloqueo, que es arma mortal contra los pueblos. Tal situación la viven con frecuencia muchas ciudades de nuestro país, que se sienten arrebatadas de sus libertades y derechos.

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