El Libertador en La Paz

Después de la batalla de Ayacucho, todos los pueblos alto peruanos proclamaron su independencia. De ahí que al cruzar el Desaguadero el ejército libertador, encontró una república modelada.

La acción de la guerra de guerrillas en el Alto Perú fue la base para su independencia, y según un historiador americano: “Salvaron la causa americana”.

El Mariscal Antonio José de Sucre cruzó el Desaguadero con la segunda División del Ejército Libertador, al mando del General Córdova, y el General Burdett 0’Connor.

La Paz estaba bajo el comando de José Miguel Lanza, guerrillero alto peruano, éste envió al Teniente José Ballivián, que presentó al General Sucre, la salutación de un pueblo agradecido, para acompañarlo en su ingreso a la ciudad de La Paz.

En esta ciudad el Mariscal Sucre expidió su famoso Decreto del 9 de Febrero de l825, llamando a los delegados de las provincias alto peruanas para reunirse en la ciudad de Oruro, a fin de definir su suerte.

Ya creada la República, en agosto de l825, el Libertador cruzó el Desaguadero, con una importante comitiva, recibiendo el saludo del amauta Choquehuanca. Visitó el Lago Titicaca, origen del Imperio Incaico, admiró Tiwanaku, antigua civilización, llamándola la Acrópolis de América, cruzó el altiplano, ese Tibet americano rodeado de hermosas cordilleras cubiertas de nieve a más de 5.000 metros de altura.

Finalmente el 18 de agosto el Libertador inició su entrada a la ciudad de La Paz, una hoyada en pleno altiplano. La recepción fue grandiosa y muy suntuosa en la ínclita ciudad donde se realizó la primera revolución americana contra la corona española, creándose el primer gobierno americano, la Junta Tuitiva.

En la madrugada del 18 de agosto, numerosas comitivas fueron al Alto de la ciudad, autoridades y representantes, a fin de dar una bienvenida calurosa al Libertador. Se iniciaron los discursos de los alcaldes, representantes del Ayuntamiento, en medio de gran algarabía. El Libertador pudo ver los altos nevados que rodeaban el maravilloso paisaje, vio el portentoso Illimani, el Mururata, el Huayna Potosí, picos nevados de alturas impresionantes.

El ingreso de la gran comitiva estuvo encabezada por el Libertador, a su derecha, el Gran Mariscal de Ayacucho, a su izquierda el Gral. José María de Córdova.

Ya en Munaypata, una batería de cañones tronó por los aires, anunciando la llegada del Libertador. La multitud se confundió en abrazos, algunos, los más, tratando de estrechar su mano, para tener ese recuerdo. Al llegar a la ciudad, se le entregó la llave de oro que franqueó el ingreso del Libertador y su comitiva.

La patricia y heroína de la Independencia, doña Vicenta Juariste Eguino Diez de Medina, dirigió al héroe un soberbio discurso: “a nombre de las mujeres alto peruanas, que en competencia con sus esposos y sus deudos, han tomado participación directa en la lucha sangrienta de los quince años”.

Los arcos triunfales adornados con joyas de plata estaban cada 25 metros, desde la Garita de Lima hasta llegar a la Plaza de Armas.

Los balcones y puertas de las casas en la trayectoria fueron engalanados con finísimas cortinas, alfombras persas, mantones de seda; descargas de fusilería, redoble de campanas y algarabía había en el puente Apumalda, hoy Pérez Velasco, donde lo recibieron oficialmente los cabildos municipales y eclesiásticos.

Doblones y monedas de plata fueron lanzados al pueblo, como un recuerdo de los festejos del famoso Potosí.

Finalmente llegó el Libertador a la plaza, donde la segunda división del Ejército Libertador, en perfecta formación a la cabeza de sus altos jefes, recibió al Libertador que, emocionado, les dirigió un discurso, resaltando el heroísmo de las tropas libertadoras. También recordó las palabras del protomártir Pedro Domingo Murillo: “La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar”.

Durante ocho días hubo agasajos, banquetes, bailes, de ese pueblo agradecido al Libertador.

Sociedad Bolivariana de Bolivia.

Fundada en 1936.