Manuel Ansede (ESMATERIA.com)
Científicos de Estados Unidos describen por primera vez nuestro vecindario en el espacio, un supercúmulo de 100.000 galaxias en el que el planeta Tierra es algo imperceptible. El supercúmulo tampoco tiene nada especial: hay otros seis millones como este sólo en nuestro horizonte observable.
Un grupo de astrónomos ha definido el lugar en el universo en el que todos nosotros vivimos. Lo ha bautizado Laniakea y parece imposible no sentir vértigo tras conocer su magnitud.
Miremos al Sol, la estrella que da calor a eso que llamamos casa. Parece un astro muy rimbombante, pero en realidad es sólo una más de las 100.000 billones (100.000.000.000.000.000) de estrellas que existen en Laniakea, un supercúmulo de galaxias que tardaríamos en recorrer 500 millones de años si cogiéramos carrerilla y alcanzáramos la velocidad de la luz.
Hasta hoy, la humanidad desconocía que vivía en Laniakea. Lo acaba de desvelar un equipo de investigadores liderado por el astrónomo Brent Tully, de la Universidad de Hawái (Estados Unidos). Hasta ahora, los mapas del universo observable mostraban una infinidad de galaxias apiñadas en cúmulos de cientos de galaxias agrupados a su vez en supercúmulos de miles de galaxias, pero era muy difícil decir dónde empezaba una estructura y dónde terminaba otra.
Para sortear este problema, el equipo de Tully ha concebido una nueva manera de definir los límites de los supercúmulos, basada en el movimiento de las galaxias. Las galaxias, como nuestra Vía Láctea (que contiene al Sol y otros 200.000 millones de estrellas), se mueven en función de las fuerzas gravitacionales generadas por la enorme masa de los supercúmulos vecinos. “Me gusta utilizar la analogía de las cuencas de los ríos. En un terreno relativamente plano puede ser difícil averiguar dónde hay una pendiente, pero el agua lo sabe. Y el agua en regio-nes adyacentes puede fluir en direcciones opuestas”, expone Tully. Su nuevo método ha permitido definir así los límites de Laniakea, allí donde las galaxias comienzan a moverse en otras direcciones. Su mapa de nuestro vecindario en el universo se publica hoy en la revista Nature.
“CIELO INMENSO”
Laniakea significa “cielo inmenso”, en idioma hawaiano. El encargado de bauti-zar a nuestro hogar en el universo fue David Nawa’a Napoleon, un profesor de lengua hawaiana en la Universidad de Hawái. “Queríamos un nombre hawaiano porque hace entre uno y dos milenios los polinesios eran los maestros de viajar ayudados por su conocimiento de las estrellas”, explica Tully.
En Laniakea hay unas 100.000 galaxias. Dentro de este supercúmulo, los movimientos de las galaxias se dirigen hacia el interior, como las corrientes de agua se deslizan hacia un valle, en palabras del astrónomo estadounidense. El valle es el Gran Atractor, una región de alta densidad que arrastra a las galaxias hacia ella mediante la fuerza gravitatoria que genera.
Pese a su inconcebible magnitud, Laniakea tampoco tiene nada de especial en la inmensidad del espacio. “Hemos hecho un pequeño cálculo que sugiere que habría unos seis millones de supercúmulos como este en nuestro horizonte en el universo. Quizá lo único especial de Laniakea sea que nos contiene a no-sotros”, apunta Tully.
VACÍOS CÓSMICOS
El investigador Pablo Fosalba, del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC), aplaude la definición de Laniakea. Fosal-ba, ajeno al nuevo estudio, trabajó hace 10 años con Tully en la Universidad de Hawái y es experto en la formación de estructuras a gran escala en el universo. “Creo que el análisis es serio y sus con-clusiones son muy probablemente correctas: sus autores son investigadores reconocidos en el campo, que llevan unas dos décadas analizando los datos observacionales referentes a las velocidades de las galaxias”, opina.
Tradicionalmente, señala Fosalba, para definir un grupo de galaxias, ya fuera un cúmulo o un supercúmulo, se ha utili-zado un criterio de vecindad. “La defini-ción que se propone en este artículo, ligada a las velocidades de las galaxias, está más directamente relacionada con el potencial gravitacional que afecta a todas las galaxias de un determinado grupo y, por tanto, es una definición más física, más robusta y correcta. El proble-ma tradicional con esta definición es que a la hora de medir las velocidades con precisión suficiente se necesita una alta calidad en los datos, cosa que no ha sido posible hasta recientemente”, detalla el investigador español.
Para Fosalba, el nuevo mapa del uni-verso local será también importante para saber más sobre la energía oscura, una cosa que compone aproximadamente el 75% del universo y de la que ningún físi-co del mundo sabe qué diantres es. Se sabe que está ahí, por sus efectos, pero no se sabe qué es, igual que se sabe que un saco está lleno pese a ignorar qué hay dentro. Las extrañas propiedades de la energía oscura serían una explicación a la observada expansión acelerada del cosmos. Dos fuentes de energía oscura se repelen, en lugar de atraerse, lo que explicaría esta aceleración.
Según explica Fosalba, una manera de deducir la densidad de energía oscura es medir cuántos vacíos cósmicos, espa-cios sin apenas galaxias, hay en el mapa del universo local de Tully. “La energía oscura hace que las estructuras del uni-verso estén cada vez más separadas entre sí y, por tanto, que haya mayor can-tidad de estos vacíos cós-micos, y de mayor tamaño, a medida que evoluciona el universo”, explica.
Referencia:
- ‘The Laniakea supercluster of galaxies’ DOI:10.1038/nature13674
ARGENPRESS.info
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