Ben Affleck vuelve al cine con Perdida, último filme de David Fincher, un thriller sobre la identidad voluble en las sociedades actuales.
Ben Affleck se pone a las órdenes de David Fincher en Perdida, el flamante thriller que llega esta semana a los cines de nuestro medio. Además de sus giros de guión, la película esconde una reflexión sobre el caos de la identidad en la sociedad contemporánea.
“La identidad es algo cada vez más escurridizo”, dice el actor estadounidense, que interpreta a Nick Dunne, un hombre cualquiera, más tendente a lo miserable que a lo brillante, que se siente incapaz de explicar a la opinión pública cuál ha podido ser la causa de la desaparición de su mujer. Ese desconcierto que provoca el desconocimiento sobre la vida de su esposa (encarnada por Rosamund Pike) hace que todas las sospechas recaigan inmediatamente sobre él.
“Los medios siempre quieren que interpretés un papel, particularmente cuando te lo asignan ellos mismos: si no eres el marido de luto cuando tu mujer desaparece, se decepcionan y piensan que hay algo raro, que no puede ser verdad. Que no eras un buen marido, el asesino... Te dan otro papel”, explica.
Fincher, apoyado en la novela best seller de Gillian Flynn, vuelve a hacer antropología a ritmo de thriller, a explorar cómo hoy en día es más creíble una persona con varias identidades que un hombre que parece no ajustarse a ninguna.
Así, del ambiente gris teñido de humor absurdo que Fincher siembra en Perdida emerge un tupido tapiz de miserias, proyecciones, frustraciones y patologías. “Es la típica historia de amor de David Fincher”, ironiza Ben Affleck, y añade: “Trata sobre muerte, sexo, traición, odio y misantropía”.
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