Progresa el cáncer del contrabando

Uno de los factores más negativos para la economía de un país como Bolivia constituye la práctica ilimitada del contrabando de mercancías de toda naturaleza y, al mismo tiempo el mínimo o ningún apoyo de los poderes del Estado a la industria, la artesanía y la agricultura. El problema es aún más grave cuando el contrabando goza de libertad para desarrollarse, lo cual garantiza la destrucción completa de un sistema económico e inclusive la suerte de una Nación.

En tiempos recientes, ese mal canceroso del contrabando ha adquirido en Bolivia nivel epidémico y se ha filtrado a todos los poros de la sociedad y, por tanto, la población sólo conoce productos de origen extranjero, al mismo tiempo que lamenta la inexistencia de artículos nacionales.

En tiempos recientes, el contrabando ha convertido al país en mercado de consumo de artículos de vestir, alimentación, cultura, etc., actividad ilícita que funcionando de manera sostenida está dando muerte o ya lo ha hecho, a grandes y medianas industrias, con el agravante de que funciona contra toda disposición legal a la vez que no paga impuestos, causa el desempleo, produce el colapso de otros importantes factores económicos, como la artesanía, la agricultura e inclusive el comercio.

El libre comercio que impera en Bolivia, dejando en el olvido todo intento proteccionista, ha relegado a último plano los grandes factores que producen la grandeza de un país y, por tanto, lo conducen a ser simple consumidor de productos extranjeros, igual que en tiempos más negros del coloniaje ibérico. Ese libre comercio se encuentra, además, complementado por el contrabando a través de todas las fronteras. Es más, aprovecha la impunidad para fijar precios de monopolio que hacen competencia desleal a la producción nacional.

Mientras la realidad marcha en ese sentido, el Gobierno se hace el de la vista gorda ante el problema o bien mantiene en vigencia medidas liberales e inclusive permite considerar que el contrabando constituye uno de los pilares de sustentación de su existencia.

Que cinco o seis ciudadanos chilenos dedicados a introducir al país algunas cargas de cigarrillos sean condenados a prisión, o algunos casos similares, no significa, ni mucho menos, que se esté solucionando el problema. Lo único que puede significar es, por lo contrario, que no existe en realidad una política contra este cáncer en etapa terminal que puede dar muerte no sólo al Estado sino a la Nación.

La política económica oficial en vez de mirar de reojo al contrabando y despreciar lo último que queda de la industria nacional, lo que debería hacer es dictar medidas proteccionistas oportunas que no sólo frenarán el ingreso de ropa, alimentos, sino que permitirán la recuperación de la economía en todos sus sectores.

Es más, si bien por un lado el Gobierno tiene la obligación de combatir al contrabando, por otro lado debe alentar a la industria nativa con medidas protectivas, como ser rebajar el pago de impuestos, fomentar el consumo de sus productos, garantizar su existencia y darle seguridad jurídica. Antes que limitarse a medidas burocráticas ineficaces, el Estado debe imaginar medidas generales que le ahorrarán sacrificios personales y, a la par, le permitirán ver al país en bonanza real y obtener importantes ingresos, de los que ha dejado de gozar, por su visión neoliberal.