Los electores no comprometidos con agrupaciones políticas constituyen la mayoría de la población y, en su mayor parte, son ciudadanos de a pie, en situación de pobreza y miseria, sin soluciones. Pero la ciudadanía observa absorta la circulación de millones de bolivianos en propaganda electoral y spots publicitarios, campañas en las que están sumergidos el oficialismo y la oposición, unos más unos que otros. Este accionar económico provoca el rechazo de la mayoría de la población.
A pocos días de las elecciones, muchos problemas siguen sin solución, como el narcotráfico, que sigue incesante, tratando de tender sus tentáculos y sacar provecho de la actual situación. Los intereses de los narcotraficantes son tan grandes que tratan de que Bolivia ocupe los primeros lugares en cuanto a producción, suministro y desplazamiento de la droga en todo nivel.
Esperemos que este panorama no se agrave más, como sucede con la acción de los cárteles de México y Colombia. Causa alarma el aumento de los cultivos de coca, así como la tendencia a tratar de justificar su producción, con el argumento de que es para el uso tradicional. Por ello la mirada internacional está puesta en el Chapare, los Yungas y otras zonas aledañas. Lo cierto es que el narcotráfico trae consecuencias desastrosas para la sociedad, como el crecimiento del crimen organizado y la delincuencia, y el consumo de drogas en colegios. También aumenta del alcoholismo, con consecuencias más negativas para el sexo femenino, por agresiones, sumándose a todo ello la inseguridad ciudadana, que hasta el momento no ha sido solucionada por algún Gobierno.
Por ello la ciudadanía pide la reorganización de la Justicia, con un nuevo Gobierno o Parlamento, porque tendrá que revisar la Constitución Política en el capítulo de elección para el Tribunal Constitucional, de jueces y autoridades del Poder Judicial. Es elemental que el Poder Judicial recobre su autonomía y dignidad, sin interferencia del Ejecutivo.
Contar con un Parlamento equilibrado, con sus fuerzas políticas, es importante para la democracia representativa, porque así se evitará el “rodillo” parlamentario, que ha sido constante en las últimas gestiones, lo que de por sí da lugar a la dictadura sin freno.
En tal sentido, la aprobación de incontables leyes, sin conocimiento de la mayoría parlamentaria, porque sólo se las considera en comisiones, sin dar lugar al debate y la consideración de los reglamentos para la aplicación de las normas, no es lo indicado. Es censurable que en las últimas gestiones sólo se recurra a los “levantamanos”, porque no hacen discusiones parlamentarias, quedando los libre pensantes sin posibilidad de tomar la palabra, por órdenes desde el Palacio, que son terminantes: se aprueba y NO SE DISCUTE.
Un Congreso con mayoría aplastante es nocivo para la democracia, por lo que la formación de un Parlamento equilibrado sería saludable para la democracia boliviana y podría ser la sorpresa de las elecciones, porque existen grupos sociales, con diferentes pedidos, que en su mayor parte no han sido atendidos y ello puede significar la aplicación del voto castigo como reacción lógica.
El autor es Profesor
Emérito de la UMSA.
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