El país requiere unidad y armonía

Estamos a días de las elecciones; pero, lamentablemente, las campañas o presencia de candidatos en el ámbito de lo que tiene que ver y oír el pueblo, muestran las situaciones más controvertidas, por insultos, provocaciones, adjetivaciones, acusaciones, divergencias, desavenencias y denuestos de toda clase, que no les hace ningún bien ni a los ofendidos ni a los ofensores. Cada quien, en todas las candidaturas, que hacen de portavoces o vocingleros de lo inconveniente, parece que creen “asegurar” votos cuando, en realidad, desalientan al elector.

La colectividad está cansada de la guerra sucia, de lo indebido en palabras u obras, de todo lo contrario al bienestar y tranquilidad de la población que razona: las elecciones se realizarán y habrá que ver cuáles serán los resultados. Con las conductas que se muestra es difícil prever qué es lo que puede ocurrir; pero, eso sí, se menoscaba valores, surgen desprestigios, se ofende dignidades, se lastima orgullos legítimos y se hace surgir la soberbia que se convierte en retrucar a los contrarios e ingresar en sus terrenos.

Respeto, armonía y unidad en los propósitos debería ser el trío de virtudes o valores que muestren los candidatos porque no manejan un sindicato o una organización cualquiera; quienes vayan a convertirse en autoridades, y una de ellas ratifique su actual posición mediante la re-reelección, administrarán el país, la nación, la Patria de todos los bolivianos, y para ello precisan mostrar en hechos y palabras, valores y principios, muestra de que sabrán administrar honesta y responsablemente el país.

La unidad no será entre oficialistas y opositores; pero puede ser en intenciones, obras a realizarse, actitudes y acciones de servicio al bien común; para todo ello es preciso armonizar posiciones, renunciar a poses que muestran resentimientos, odios y complejos que les hace daño por igual a todos.

Las elecciones deben efectuarse en clima de respeto y consideración entre todos, en armonía y concordancia con la conciencia de que todos los actuantes, candidatos y votantes, son hijos de la misma Patria y ambas partes buscan lo mismo para ella. No valen los enfrentamientos ni las palabras burdas y soeces, las posiciones encontradas. Cuentan para ello -y así espera el pueblo- las virtudes que cada una de las facciones tiene: valores, principios, sanas intenciones y una vocación de servicio que inculcada por una conciencia de país, hará posible que se destierre conductas y yerros pasados que nada bueno han traído a nadie, porque el triunfo de unos debe ser éxito del país y la derrota de otros tiene que ser respetada, honrada, prestigiada y nunca mancillada.