El narcotráfico en permanente avance

Considerar que nuestro país hace poco o nada para combatir al narcotráfico, sería injusto; se hace, y es significativo por parte de las fuerzas que actúan en los campos de la interdicción que cumplen UMOPAR y FELCN; pero resulta insuficiente frente al avance continuo del letal negocio de las drogas.

En la comunidad internacional -especialmente en los países más ricos en los que circula la droga con mayor profusión- se cree que los países productores nada hacen para combatir a las drogas. Son aseveraciones que están alejadas de la realidad, porque es de conveniencia de esos países en los que se cultiva coca, se fabrica cocaína, que resultan mucho más afectados por la fabricación, comercialización y difusión de drogas.

El problema radica generalmente en que se cree que los países productores son culpables del avance del consumo, cuando la realidad muestra, palpable y terminante, que el consumo excesivo determina la mayor oferta y ésta exige una mayor y mejor producción. Habría que contener el consumo, pero es pregunta de los mismos países ricos y desarrollados: ¿cómo hacerlo?

El letal negocio de las drogas ha causado, en el mundo entero, más víctimas que todas las guerras que confrontó la humanidad; esta es una realidad que no se quiere reconocer y, lo más grave e increíble para los países ricos, es que la pobreza es causante del mayor cultivo de hojas de coca, amapola, plantas opiáceas y de todo tipo de productos que sirven para la fabricación de drogas; pero, a nivel de los países pobres y subdesarrollados, también surge la pregunta: ¿cómo contener esos cultivos si muchos planes que incluían la sustitución de cultivos han fracasado y todo debido a que los precios de las drogas suben de día en día y, cuanto más demanda hay, mayores son los precios del producto?

La pobreza es el mejor acicate para cultivar plantas alucinógenas; los centros de producción son el gran atractivo y la solución para quienes no tienen trabajo ni medios para ganar dinero que les permita mantener a sus familias. Que los productores de droga pagan más y mal, es evidente: pagan un 50% en dinero y el resto en droga que, de todos modos, el trabajador debe colocarla en el mercado y, como no puede abandonar los centros de producción, recurre a la esposa y ésta a sus hijos.

El drama, si se lo examina conciencialmente, es muy grave porque las drogas logran hasta vendedores gratuitos porque no tiene otro medio de vida. Lo peor es que los niños que cooperan con sus padres, prueban la droga y se convierten en nuevos consumidores y, más temprano que tarde, en adictos.

Hay, pues, muchas preguntas que deben formularse quienes creen en la culpabilidad de los países productores y si esas preguntas las hiciesen a conciencia, llegarían a la conclusión de que ellos, en buena parte, son responsables de la fabricación de drogas por no combatir a la pobreza no con ayudas sino con fuentes de riqueza que generen empleo.