El abandono en que se encuentra el lago Titicaca, tanto en la parte boliviana como peruana -ya que se trata de patrimonio de ambas naciones- es realmente preocupante; quienes habitan a sus orillas poco o nada se preocupan por no contaminar sus aguas, de no destruir la poca flora existente, los paisajes maravillosos que ofrece el lago desde cualquier latitud. Estos descuidos datan de muchos años. Por supuesto, la industria del turismo hace nada o poco.
La contaminación de las aguas del lago es algo que debería causar vergüenza a ambos países; pero, muy especialmente, a las autoridades de gobierno bolivianas, ya que, para citar como ejemplo, el pueblo de Copacabana no recibe atención y la contaminación llega a extremos increíbles. Cuántas veces todos los medios de comunicación han publicado crónicas o documentales especiales en televisión y radio mostrando los problemas que ofrecen las aguas del llamado “lago sagrado”, pero nadie hizo caso.
La hotelería instalada en Copacabana, las viviendas, los hostales y todo habitante usan el lago como reservorio de todo tipo de basura, teniendo prioridad los desechos orgánicos, porque jamás hubo preocupación por instalar un sistema de alcantarillado. Aproximarse a las aguas -nauseabundas en muchos lugares- es para huir de inmediato porque los olores por la descomposición de las aguas y por la presencia de desechos orgánicos han llegado a agravar sus condiciones de putrefacción.
Lo interesante es que existe un templo a cargo de sacerdotes que bien podrían exigir que la población cuide el lago; hay autoridades como un alcalde municipal y, se entiende, el gobernador seguramente conoce esa región; pero ninguno de ellos se preocupa por solucionar el problema que es grave en todo sentido. La población, incluidos los residentes en Copacabana y otros pueblos cercanos, se pregunta: ¿Qué hacen las autoridades que no ponen remedio a situación tan grave y bochornosa para el turismo? ¿Qué destino tienen los dineros que recauda el Templo y que, por lo menos en un porcentaje deberían beneficiar al pueblo y servir para limpiar las orillas del lago?
Sería muy interesante que, mediante una auditoría, se establezca cuánto reciben mensualmente Alcaldía, Subprefectura y otras autoridades. ¿Qué hacen con ese dinero? ¿Qué inversiones importantes tuvo Copacabana en los últimos diez años? ¿Cuál es la posición de la Iglesia Católica frente al descuido, la desidia de la población que permite que el lago se convierta en depósito de basura y otros elementos peligrosos para la salud? Hay preguntas que alguien tendría que responder; pero, ¿será posible ello sabiendo que vivimos en un país con mucho dinero pero que difícilmente cuenta con lo más imprescindible y necesario como es evitar la contaminación y los atentados contra la salud?
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