No puede haber Democracia sin el ejercicio de la libertad; no puede haber igualdad sin tener conciencia de los derechos del pueblo; no puede haber debida Democracia sin procesos electorales limpios donde la ciudadanía exprese sus criterios, esperanzas y anhelos mediante la emisión, a conciencia, del voto.
Estas son realidades que es preciso tomar en cuenta, especialmente por parte del Gobierno y de quienes aspiran, siendo candidatos, a ocupar sitiales importantes en la administración del Estado que, en todo caso, espera conductas dignas y responsables por parte de todos y muy especialmente de los partidos que apoyan a los diferentes aspirantes.
Es preciso que los candidatos tomen conciencia de una verdad: el poder por ser efímero -aunque dure mucho tiempo- hay que agrandarlo, depurarlo, purificarlo, sentirlo como medio de servicio y entrega a la causa del pueblo que es el bien común, un servicio solidario y humilde que anteponga las virtudes de la caridad, la equidad, la ecuanimidad hasta llegar a la justicia, habida cuenta que, sobre todo, es preciso respetar el derecho de los demás.
Quienes asistirán a las elecciones del domingo 12 de octubre, sea en calidad de candidatos o electores, deben tener en cuenta que la Democracia no es juguete que se puede agarrar a capricho y desecharla cuando aburre; es, en todo caso, el medio de vida de los pueblos y la mejor forma de gobierno que debe tenerse. Entender que el bien común espera vencer situaciones de frustración, angustia y decepción que ha vivido en muchos gobiernos, en unos más que en otros; pero, es preciso confiar en el perdón y comprensión de ese pueblo y no defraudarlo más porque él es la representación viva de la Patria que espera mucho aunque ha dado todo de sí y ansía que alguna vez se la corresponda.
Innegablemente, en las elecciones pueden presentarse situaciones especiales para muchos electores: los que no saben por quién votar, los que decidirán a último momento, los que votarán en blanco, los que anulen su voto y, lo más grave, los que se nieguen a votar que conformarán el cuadro de los apáticos, de los indiferentes, contrarios a la Democracia y, en buenos términos, los que hacen gala de nomeimportismo, olvidando que así como tienen derecho a votar también tienen el deber de hacerlo conforme a la Constitución y las leyes. Finalmente, en todo caso, votar es un derecho y es un deber, una forma de apoyar a la Democracia y evitar, en algún grado, la dispersión del voto; es, en determinadas circunstancias, hacer que el voto defina quiénes merecen más la confianza pública y merecerían ocupar las altas funciones, que luego podrá el pueblo exigirles cumplimiento de sus deberes y responsabilidades.
Es tiempo de vida democrática y es hora de que quienes logren el triunfo, que siempre será del pueblo, entiendan que las poses de soberbia y petulancia no cuentan, no sirven, no tienen valor alguno para amar y servir al bien común.
Mal se dice que los pueblos merecen el Gobierno que tienen cuando éste es malo, corrompido, contrario a las leyes y la Constitución; pero el Gobierno que es honesto y responsable, que sabe administrar el país con amor, altura, decencia, honradez y responsabilidad, merece ser aplaudido y respetado porque un Gobierno con valores y cumplidor de principios, siempre puede ser ejemplo para los que vengan y puedan servir a las futuras generaciones.
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