Marcelo Arduz Ruiz
En un tiempo en que tanto el Almirante de la Mar Océano, Cristóbal Colón, como el cartógrafo Américo Vespucio habían fallecido, de manera por demás oficiosa e injusta al cosmógrafo alemán Martín Waldseemüller en su obra “Cosmogograpraphiae introductio” (1507), se le ocurrió proponer que al nombre del verdadero descubridor del continente se anteponga el del descriptor, como en efecto se hizo con aprobación del gremio de los cartógrafos que consolidó de manera definitiva el nombre en 1522.
No obstante el sabio peruano Ricardo Palma, al remover amarillentos folios en la Biblioteca y Archivo Nacionales de Lima, rescató un informe que el Virreinato de Lima dirigió a la administración española, en el que consta que el nombre primigenio de América no es como se cree hasta nuestros días derivado del nombre del autor de la primera carta geográfica del Nuevo Mundo, sino que era de inspiración aborigen.
Profundizando el tema, se llegó a establecer que el cartógrafo florentino se llamaba Albérico y no Américo. Por otro lado, siguiendo la tradición imperante en la época solamente se bautizaba a los territorios descubiertos con el apellido de los navegantes por (ejemplo, Magallanes, Vancouver, Diemen, Cook y otros), mientras que para países y ciudades se reservaba el nombre de los integrantes de la familia real (Georgia, Lousiana, Carolina, Maryland, etc.), por lo cual el Nuevo Mundo hubiera tenido que llamarse Vespucio, a secas. Y, si desde el comienzo se obraba con corrección se llamara Colonfia o llevara el nombre del actual Estado latinoamericano, y en caso de optarse únicamente por la vía del nombre Cristofonía...
Aunque Colón no menciona el nombre nativo de estas tierras, Palma por algunos atisbos en el cuaderno del primer viaje deduce que sí lo sabía, y luego de su muerte sus compañeros de viaje lo difundieron en Europa en un tiempo en el cual no se conocía otra relación impresa que la de Vespucci, y la pronunciación un tanto alterada de su nombre se llegó a confundir con la voz indígena que todavía designa a una cadena montañosa en territorio nicaragüense, borrándose así los vestigios de la connotación original.
Aunque en las aulas escolares del país y del exterior, todavía se inculca la versión de que el nombre de América proviene del autor de la carta de Bale, más adelante se llegaría a revelar que el cartógrafo florentino la había copiado del mapa elaborado en 1500 por el acompañante de Colón y piloto de la nave “Santa María”, Juan de la Cosa, que se mantuvo largo tiempo oculto debido al ser sustraído de los archivos secretos del Vaticano durante la intervención de las tropas napoleónicas.
El primigenio mapa, en un recuadro grande situado en la parte superior lleva en homenaje a Colón, estampada la figura de “San Cristóbal” cargando al Niño en hombros, con el significado de quien hizo cruzar el mensaje cristiano de una orilla a otra del océano. Por la estampa bíblica es posible deducir que en algún momento se llegó a barajar el nombre del navegante como alternativa en la nominación del Nuevo Mundo.
Descartado Vespucio como autor de la primera carta geográfica, parecía no quedar otra alternativa que nombrar al Nuevo Mundo con un título algo similar al de un programa picaresco de la TV mexicana: como el continente “De la Cosa”, y sus habitantes los “cositos”. Menos mal que el continente no era terreno baldío, conociéndolo los originarios prehispánicos con el mismo nombre con el cual se lo conoce de manera universal en nuestros días…
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