El mundo busca desesperadamente nuevas formas de energía y cree haberlas encontrado en el gas de esquisto, gas natural almacenado en rocas de pizarra a cientos de metros en el subsuelo. En la Unión Europea entusiasma la idea porque sería la forma de independizarse energéticamente. Todos miran bajo los pies en Gales, el noroeste de Inglaterra, el sur de Francia, España o Polonia, donde pueden estar las mayores reservas de Europa. Quieren seguir el ejemplo de Estados Unidos que en 2010 se convirtió en el mayor productor de gas por primera vez en una década.
México va por ese camino, aunque quizá el gas de esquisto no sea ni tan seguro ni tan sostenible. En abril de 2010, el Departamento de Estado de Estados Unidos puso en marcha la Iniciativa Global de Gas Shale (GSGI, por sus siglas inglesas) para ayudar a los países que buscan aprovechar ese recurso a identificarlo y desarrollarlo, con un eventual beneficio económico para las empresas estadounidenses transnacionales.
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