En una nueva oportunidad mañana domingo el pueblo boliviano emitirá su voto para decidir la suerte de su futuro, decisión que esta vez es más decisiva que nunca. Cada ciudadano, con la madurez que le caracteriza, más que entre cinco programas escogerá la fórmula que represente los grandes intereses históricos de Bolivia.
Este plebiscito se realizará en condiciones particulares. Por aspectos de conciencia de fondo, un sector de la ciudadanía buscará prorrogar, por un lado, el orden de cosas establecido, e inclinarse hacia puntos subjetivos, aspectos que si se cumplen permiten anticipar que el futuro no tendrá modificaciones sustanciales, pese a los grandes anuncios de cambio, progreso y prosperidad de algunos candidatos, ofertas que, naturalmente, terminarán como pompas de jabón.
Pero, mientras, en esa forma, por un lado, predominan en su mayoría las ofertas subjetivas de los tolderíos participantes en carrera al Palacio Quemado, por otro, el pueblo se guía por objetivos históricos propios y reales, a los que, sin embargo, no puede llegar debido a falta de orientaciones que estén de acuerdo con los tiempos y, por tanto, con programas de contenido objetivo.
De ahí que el resultado del domingo lo decidirá el voto del pueblo y no los ambiguos ofrecimientos partidarios, vale decir que el pensamiento popular se materializará en torno a objetivos concretos y no a favor de proyectos metafísicos y entelequias que se basan en la vigencia de la arcaica idea de que “el movimiento es todo y el objetivo es nada”, es decir un pensamiento alentado por corrientes que miran al pasado con lágrimas en los ojos y se lamentan con suspiros melancólicos.
El pueblo, en su propia realidad, está en búsqueda permanente de las grandes metas para que Bolivia se convierta en nación soberana y supere la condición de colonia dependiente de alguna potencia tradicional o alguna otra de nuevo cuño. Al mismo tiempo busca con todo empeño conquistar la más amplia democracia, dejando atrás todos los saldos comunitaristas, esclavistas y feudales que lo asfixian y no le permiten avanzar al futuro.
Si los programas de las tiendas políticas hoy vigentes no ofrecen romper las cadenas del coloniaje y el feudalismo que nos agobian y atornillan a la noche de los tiempo y se limitan a ofertas pedestres e infantiles, el pueblo boliviano se verá obligado a votar por sus dos grandes objetivos: la Patria grande y la democracia más amplia y, en esa forma, pronunciarse por los grandes principios que levantó desde las revoluciones libertarias de los tiempos de la fundación de la Nación.
Mañana la votación de la población boliviana escogerá sin duda, con el espíritu progresista que le caracteriza, entre avanzar y retroceder; entre lo abstracto y lo concreto; entre las imposturas y la verdad histórica, entre el pasado medieval o el futuro liberador.
De ahí la importancia de que la población asista a las urnas y deposite su voto, no sólo guiada por el color de la boleta, sino como producto de una decisión política de las más amplias perspectivas y con el más alto contenido en sus juicios de valor.
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