El régimen de gobierno se jacta, y hasta hace ostentación, de que hay mucho dinero, que las ventas de gas han subido grandemente nuestras reservas y que tenemos una “economía soldada”; sin embargo, los problemas a encararse se los descuida y muchos de ellos no tienen solución pese a estar pendientes desde hace muchos años.
El caso del contrabando de ropa usada es más que crítico, es hasta desesperante porque crece inconteniblemente y el drama no sólo es para que las autoridades lo enfrenten sino, muy especialmente, para la producción nacional que tiene una competencia desleal, es malo para la moral pública y es dañino para las arcas del Estado.
El contrabando crece por tres razones: primero, porque hay permisividad de las autoridades; luego, porque “resulta más barato para la colectividad” -aunque, con ello, compromete su moral y apoya a la consumación del delito-; tercero, “soluciona” parcialmente el problema de la falta de empleo porque quien no consigue un trabajo para ganar el sustento diario, consigue algún capital y se dedica al contrabando en grande o al pequeño “hormiga”; pero contrabando al fin, es crecimiento del delito.
Son tres desafíos permanentes para el Gobierno que, con el caso de los “automotores chutos” ya debería tener suficiente; pero el caso sigue sin solución, y cuando se la encuentra, es momentánea para “salir del paso” hasta que, en pocos meses, se repite, ha crecido y los conflictos se hacen mayores.
La economía informal ya adquirió una especie de institucionalidad en el país porque sus autores tienen todos los poderes, políticos, económicos y sociales; tienen influencia y poder para “torcer el brazo” a quien sea y conseguir “trabajar” sin control alguno. Por el otro lado, el comercio legal confronta problemas y aunque paga impuestos, provee empleos, cancela serie de obligaciones legales como ser aportes a las AFPs, CNS, etc., paga un segundo aguinaldo, etc., tiene que recurrir, en casos, a los préstamos bancarios que son caros y nada considerados. No faltan quienes “se proveen” del contrabando para vender legalmente la mercadería y solucionar, siquiera en parte, sus problemas que les causa el contrabando.
Ambos casos, empleo y contrabando, bien podrían solucionarse si se da valor a la producción nacional, se incentiva las inversiones (aprobando, inclusive, el reglamento a la respectiva ley) y frenando de alguna forma la proliferación de la internación del contrabando que, además, tiene dos caras: la que ingresa de fuera y la que sale del país a costa de la economía nacional porque por nuestras fronteras -sin mayor resguardo- se permite el paso y venta segura de dólares, gasolina, gas, azúcar, arroz y cuanto tiene valor e importancia en países vecinos.
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