Democracia, el arte de la integración

Fermín Cáceres B.

Los principales regímenes antidemocráticos del Siglo XX -del socialismo, fascismo, nazismo-, desaparecieron en las ruinas de una espantosa guerra, o como en la Unión Soviética, por colapso desde adentro. Pero los valores y movimientos antidemocráticos continuaron existiendo, frecuentemente asociados al fanatismo nacionalista o al fundamentalismo religioso.

La democracia formal es una ciencia social y se desarrolla entre la sociedad civil y el Estado. Se debe entender por democracia el arte de la integración, no de dominación, prepotencia, soberbia, dictadura. Es el gobierno del pueblo, en la que los hombres pueden ser libres.

Una economía de mercado generalmente ha producido mayor prosperidad que cualquier otra opción a la misma. Dado que todos los países democráticos modernos tienen economías de mercado, un país con tal economía tiende a prosperar, probablemente sea también rico.

Dentro de la democracia, el Estado no representa al partido, sino que la comunidad nacional “comprende y protege a todos y va contra quien atente contra su soberanía”. La soberanía reside inalienable e imprescriptiblemente en el Estado.

Los países que se ubican en lo más alto de la escala de derechos políticos y libertades civiles merecen, pues, ser considerados entre los países “más democráticos”. La democracia ayuda a evitar gobiernos autócratas, crueles y depravados. Garantiza a sus ciudadanos derechos fundamentales que los gobiernos no democráticos no pueden garantizar. La democracia promueve el desarrollo humano más plenamente que cualquier alternativa factible. Sólo un gobierno democrático puede fomentar un grado relativamente alto de dignidad política.

Las fuerzas históricas que dirigen la marcha de los pueblos jamás se detienen. Los pueblos que quieren conservarse eternamente jóvenes deben ir contando con nuevas corrientes de energía. Y de la acción uniforme, armónica, solidaria y progresiva debe resultar una forma de existencia siempre renovada y victoriosa.

Los incondicionales del socialismo no se dan cuenta de que la estabilidad de la democracia requiere el concurso de partidos de derecha. Porque si la izquierda gozara del monopolio de la iniciativa política, desembocaríamos, como ha sucedido en muchos países, en un sistema autoritario basado en la hegemonía de un partido, de una burocracia estatal, de una Justicia, de una policía y de unas Fuerzas Armadas politizadas.

- La democracia proyecta luz sobre los errores y problemas sociales y políticos que agitan nuestra civilización, es como el evangelio de una indispensable urgente reforma social que tenga como norte y como lema las palabras JUSTICIA y LIBERTAD.

- La democracia no desdeña el pasado, al contrario del socialismo que reniega de él, sin pensar que el pasado es antorcha y guía y que la civilización es únicamente una serie de conquistas y hallazgos que las generaciones se transmiten. Incorpora a sus propios postulados las grandes lecciones de la tradición, porque prescindir de las enseñanzas del pasado y de las experiencias de la historia, es como edificar sobre la arena.

- La democracia es nacionalista, por cuanto considera la “Patria” como una realidad absoluta, a cuyos supremos imperativos deben subordinarse los impulsos humanos, en franca oposición con el socialismo internacionalista que tiende a suprimir de raíz la idea y el sentimiento de patria, considerándolo como un artificio. El ideal patriótico es uno de los valores absolutos de la humanidad y en cuanto a él no caben posiciones intermedias ni criterios convencionales, o se es patriota o se es antipatriota.

- En democracia el hombre en sí mismo, y como medida de todos los valores del espíritu, es nación, patria, unidad, en que se hallan vigorosamente concentrados la tradición y la historia y eslabón que mantiene una continuidad ininterrumpida y perfecta entre el constante sucederse de las generaciones. No es, pues, la historia un puro determinismo económico como pretende el materialismo, es antes que nada, razón, pensamiento y voluntad.

- En democracia el Estado deja al hombre a su libre iniciativa y cierta independencia, para que se desenvuelva cómodamente dentro del radio de acción que le van asignando sus funciones sociales, mientras sus actividades no perjudiquen a las actividades económicas y solidarias del conjunto.

- El hombre para la democracia no es solamente materia y fuerza mecánica, es una exteriorización de las fuerzas espirituales que actúan en el universo, es una manifestación del contenido moral, de la energía que a través de la historia deviene y se manifiesta objetivamente.

- La democracia afirma sus raíces en la tradición de los pueblos, cuya savia vivificante se renueva en él, es como la siembra en terreno abonado, donde el fruto brota más vigoroso y rico, más substancioso y fecundo.

- La democracia quiere al hombre austero y entregado a la acción con toda su energía, lo quiere virilmente conocedor de todas las dificultades que existen y pronto a afrontarlas...

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