Fue notable la andanada de opiniones que emitió en su última participación en Naciones Unidas el presidente Evo Morales en contra del sistema capitalista. Entre otras sostuvo: “El sistema capitalista quiere acabar con la vida y con la madre tierra”, “Para erradicar la pobreza, hay que erradicar el capitalismo”, “Para salvar el planeta la alternativa pasa por acabar con el sistema capitalista”, “El capitalismo está destruyendo el mundo” y otros acerca de los que insiste desde hace años.
Pero, mientras de palabra dicho sistema económico es criticado en esa forma, la realidad boliviana marcha en sentido contrario y, en efecto, aquí no solo se desarrolla un capitalismo ambiguo, sino un capitalismo salvaje que no tiene el menor viso de ser controlado y menos “erradicado”.
La realidad de ese régimen económico de producción en el país es lacerante en “empresas” nativas (excepto poquísimas que se las cuenta con los dedos de una mano) y en ellas sólo funciona un capitalismo primitivo, lo cual confirma que el atraso de Bolivia no se debe al capitalismo, sino más bien a la falta de capitalismo o, más propiamente, nace de la existencia de un conjunto combinado de comunitarismo, esclavismo y feudalismo, sobre el cual se proyecta construir el socialismo del Siglo XXI.
Pero, mientras las citadas ideas presidenciales cobran vigencia en Naciones Unidas, en Bolivia el capitalismo crece en forma sostenida sobrepasando las decisiones del Estado, como en el caso de los obreros fabriles de La Paz, (el distrito más avanzado del país) y que registra datos espeluznantes.
En efecto, en este Departamento hay 117.000 obreros, de los cuales únicamente 10 mil gozan de beneficios sociales, mientras los otros cien mil no están sometidos siquiera a un capitalismo salvaje, sino a un régimen feudal, con saldos esclavistas y comunitaristas, según el dirigente fabril Wilson Mamani, quien dijo que esos trabajadores no gozan de la protección de las leyes laborales y tampoco pueden sindicalizarse para defenderse de la feroz explotación esclavista-feudal.
Es más, dicho dirigente (Cambio, 26 septiembre) agrega alarmado que las llamadas “empresas” nativas agudizan la explotación de los obreros al extremo de ser víctimas de abusos y atropellos increíbles y entre ellos son despedidos cuando quieren formar sindicatos, no se les paga ni el salario mínimo, tampoco se les cancela por trabajos extraordinarios, los salarios son bajísimos, se les paga con dos y hasta tres meses de retraso, no se les paga aguinaldo doble e inclusive ni siquiera el simple. La Central Obrera Boliviana (COB) y todo el Estado se hacen los de la vista gorda ante el desgarrador asunto. La Confederación de Empresarios apoya encantada ese orden de cosas.
Por si fuera poco, este “capitalismo” que se desarrolla al amparo del Estado, elude el pago de beneficios sociales, no paga los aportes a las AFPs, opera sin ninguna seguridad laboral, numerosos trabajadores perecen en accidentes sin merecer la mínima atención. La opresión a estos trabajadores, que no llegan al nivel de obreros y menos de proletarios, llega al extremo de que no se les reconoce derecho de huelga, so pena de ser echados a la calle ipso facto y puestos en listas negras.
Otro dato de la misma fuente señala que en La Paz, sólo está sindicalizado el 8 por ciento de los “obreros” y esto solamente en grandes empresas que cumplen las leyes. El 92,5 por ciento no está sindicalizado y que en las 250 fábricas de cerámica de El Alto-Viacha, cada una con unos cien trabajadores, sólo nueve de diez figuran en planillas. Solamente Incerpaz permite el sindicato.
Finalmente, la situación de los trabajadores en el medio rural es aún peor, donde, entre otros, el trabajo se paga en especie, la jornada laboral dura hasta 14 horas al día y la Ley del Trabajo es absolutamente ignorada, al hacer sólo referencia al problema.
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