Buscando la verdad
Al concebir esta columna pensé titularla -sin individualizar- Carta al Presidente del Estado Plurinacional, siendo que la escribí un día antes de las elecciones generales del 12 de octubre de 2014. Pero, Dios me dijo que la personalizara.
Creyente como soy, empezaré diciendo que las Sagradas Escrituras dan cuenta que: toda autoridad proviene de Dios; a quien más se le da, más se le exigirá; cada quien dará cuenta de todos sus actos; el único que debe juzgar es Dios.
Sé de su trayectoria desde hace mucho tiempo y personalmente lo vi actuar hace ocho años en varias oportunidades en Palacio, una de ellas en la reunión que sostuvimos con el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, en el 2006.
He leído de Ud. y le escuché hablar de su origen campesino, la pobreza de su familia, el sufrimiento como hijo, la dirigencia sindical, su situación de padre, y le confieso que en varias ocasiones veo en Ud. al niño que aún lleva en sí.
Ahora que Dios le ha dado el nuevo mandato que tiene por delante, me dirijo a Ud. -con el mayor respeto posible- en su condición de Primer Mandatario y Primer Ciudadano del país, rogando al Padre que le dé sabiduría para cumplir la altísima responsabilidad que tiene de gobernar bien para los diez millones de bolivianos y bolivianas, y sacar de la pobreza a nuestra Patria querida.
Y dado que solamente dos cosas cambian para bien la vida de las personas -el temor de Dios en lo espiritual y la buena educación en lo secular- y compartiendo con Ud. el deseo de una mayor justicia e inclusión social ¿por qué no hacerlo con una pacífica convivencia entre los diversos, con oportunidades y empleos dignos y sostenibles absolutamente para todos?
Una política de transferencias para los más vulnerables, está bien, pero políticas de Estado a favor de quienes invierten para crear riqueza, y de quienes quieren educarse para producir mejor, es sabio. Lo primero ayudará a nuestros pobres, lo segundo terminará con la escasez.
He escrito varias cartas públicas y en más de una ocasión -en circunstancias difíciles por las que atravesaba el país- pensé en escribirle abogando por la paz y la justicia para todos. ¡Cuántos bolivianos continúan sufriendo hasta hoy!
Ahora que “el tiempo de la confrontación ha pasado”, urge una revolución del comportamiento en contra de la corrupción y la injusticia -puesto que el hombre tiene un valor y no un precio- que apunte a amar, a perdonar, a dar lo mejor de sí al hermano… Presidente Evo, ¡esto hará grande a Bolivia y a los bolivianos!
El autor es ciudadano boliviano, economista, Anciano y Pastor evangélico.
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