Desde el FARO
El MAS nuevamente copó el centro del campo político de las preferencias electorales. Si hace doce meses la mayor parte de las encuestas sobre preferencia electoral registraban entre 35 y 40 por ciento, el pasado domingo obtuvo alrededor de un 60 por ciento de los votos ciudadanos. ¿Cómo explicar este salto que le permitió capturar nuevamente la confianza de ese centro por largo tiempo indeciso, menos ideologizado y distinto al núcleo duro de creyentes que lo apoyan militante e incondicionalmente?
Como diría en tono solemne un académico, la explicación de este liderazgo que hace historia, es “multifactorial”. Uno: Contrariamente a los 25 años de la nueva democracia, la economía le ayudó a la política. Para la gente, el extraordinario comportamiento de la economía tiene en la persona de Evo Morales su abanderado. No asimila ni se molesta en atender las argumentaciones ancladas en incremento de precios internacionales ni en la siembra o esfuerzos realizados por los satanizados gobiernos del pasado. Dos: El lacónico slogan “vamos bien” era y aún resulta convincente. La continuidad, por tanto, era deseable ante una gestión discursivamente estridente, pero, a la hora de la verdad, menos radical, poco comunitaria, pachamámica y anticapitalista.
Tres: La insolencia de Evo frente a los poderosos gusta. Su discurso nacionalizador, sincero o falaz, se aplaude. Su fascinación adolescente y atrevida aspiración por las megaobras de la modernidad cautiva. De pronto, es el hacedor de sueños antes imposibles. En este contexto, no había espacio ni disposición de las masas y tampoco paciencia en los indecisos para la propuesta alternativa de una oposición arrinconada, orgánicamente débil, meritoria en su esfuerzo por aportar con pluralidad, pero políticamente dispersa y confundida.
Cuatro: Para recapturar ese centro indeciso y seducir a las elites económica y sociales emergentes, el MAS se convirtió en partido “atrapa todo”. Asumió la agenda empresarial del oriente, reclutó a ex presidentes en torno la causa marítima superior para los bolivianos y prohijó pactos policlasistas. Con pragmatismo se moderó, readecuó y amalgamó a las condiciones de una realidad política, de una base y clientela social moderna y corporativa diversa, pero también burguesa y del mercado capitalista insoslayable que nos sostiene.
Cinco: En su calidad de presidente candidato, usó y abusó, sin complejos, de los recursos públicos y de la propaganda en una contienda desigual sin precedentes. Seis: Evo es espejo de las grandes mayorías, encarna sus sueños y sus frustraciones. La evolatría y el caudillismo popular lo blinda de todos los males, le da cheque en blanco a sus arbitrariedades, confía en su talento para despertar y conjurar los demonios agitados de las multitudes. Siete: La bonanza clientelar anestesia. Aplaca y diluye las voces de quienes hablan de equilibrio de poderes, de estado de derecho, de gasto prudente, racional y previsor y de la amenaza autoritaria que inventa conspiraciones, aplasta y doblega enemigos.
En tiempos de Autoritarismo Electivo, a Evo la fortuna lo acompaña. ¡Llegó la era de vivir “la fiesta y el preste populista permanente”! ¿Hasta cuándo?
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