De ocho mil estudiantes que inician estudios de ingeniería en la UMSA se gradúan sólo 3.500. De éstos acceden a las maestrías más o menos 500 licenciados, de los cuales el 30% emigra al exterior en busca de trabajo, según revelaciones del decano de la facultad de Ingeniería, Miguel Ángel Calla, en oportunidad de la colación de maestrías en ingenierías de telecomunicaciones, electrónica, metalurgia, petrolera y civil. El motivo de la emigración es la falta de trabajo, producto de la poca absorción de profesionales en el mercado nacional. De los 35 maestrantes de Ingeniería Petrolera, lograron el título no más de 22.
La esperanza que tienen éstos es encontrar trabaajo en el exterior debido a que en el país sólo se cuenta con tres empresas del rubro que podrían contratarlos, incluido YPFB según manifestaron. Del grupo de los 22 master en petróleo, son muchos los que postulan a las 100 plazas que el Gobierno ofrece para estudios de alto nivel en universidades norteamericanas.
No es novedad que en los tiempos actuales, los profesionales deben acreditar maestrías y/o doctorados para calificar a empleos, por lo general escasos. Es que el título de licenciatura no garantiza plenamente una adecuada formación y su devaluación lo equipara poco más que al bachillerato. Realidades duras como éstas no concitan, sin embargo, la preocupación de las universidades ni de las autoridades centrales. Por otra parte, no todos pueden acceder a pos grados por su elevado costo, por igual en centros superiores privados o públicos.
Otro problema del pos grado es que los niveles de estudio de la oferta en el país se encuentran rezagados respecto de los del exterior, lo que resta posibilidades de colocación. De ahí la necesidad de matricularse en universidades extranjeras pos grado, demanda que no todos pueden costear. Contribuye a este déficit formativo, que no se conoce a ciencia cierta los antecedentes de especialización de quienes imparten maestrías, si bien algunas ofertas contemplan personal docente del exterior, pero por cortos tramos de los programas, salvo las excepciones de toda regla.
Frente al cuadro de desocupación de los profesionales debido al excesivo número periódico de titulados de las diversas carreras, una política previsora podría limitar el acceso de postulantes tanto a las universidades públicas como a las privadas, a fin de dar mayores posibilidades de empleo. Esto ahorraría la frustración de muchos, así como falsas e irreales expectativas. Una carrera contra el tiempo hace más urgente la industrialización planteada por esferas gubernamentales y ratificadas en el proceso electoral.
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