Pasadas las elecciones y se sabe, aunque no oficialmente, cuáles son los resultados finales; hay un ganador y es el Presidente Evo Morales que triunfó en su re-reelección tan esperada y promocionada por su partido, el MAS. Hoy, el país vive una nueva realidad en el sentido de que no siempre se reflejan los sentimientos del pueblo hasta conocerse los resultados electorales porque es el pueblo el que decide, el que da su última palabra y, sobre todo, sabe en quién confiar, para qué hacerlo y cuándo hacerlo, aunque, muchas veces, se equivoque; pero, cuando esto ocurre, existe la suficiente capacidad para sobrellevar los errores y empezar nuevas etapas en la vida del Estado.
Mientras se producen los resultados oficiales de las elecciones, se debe entender que de una población según el INE de (+/-) 10.059.500 habitantes el Padrón Electoral sería (+/-) 5.950.000 (59,15%) ciudadanos con derecho a votar y 4.109.500 (40,85%) habitantes no votaron por ser menores de 18 años o por cualesquiera razones. En días más, el TSE dará a conocer los resultados finales y es entonces cuando recién se sabrá quiénes y cuánto lograron, al margen de blancos, nulos y abstinencias que no son votos a favor de nadie porque no confiaron en ninguno de los candidatos.
Hoy, el presidente Morales sabe y festeja su triunfo; pero también debe reconocer que ese triunfo lo debe al pueblo que supo confiar en él y que espera de él. El haber conseguido el triunfo no es una dádiva ni mérito de campañas, demagogias y populismos; es, en definitiva, el resultado de lo que la mayoría del Padrón Electoral del pueblo quiso. Es, pues, el pueblo que merece respeto y gratitud por parte de los que ganaron en las elecciones, ese pueblo decidió quién lo gobernará en los próximos cinco años; es, ese pueblo, el que votó también por los contrarios o contendientes ocasionales del Presidente y lo hizo a conciencia, sabiendo lo que quería; esperaba tal vez otros resultados; pero, al final, reconoce el triunfo logrado y lo respeta y lo hace convencido de que para el gobierno es tiempo de cambiar conductas, procedimientos, rectificar yerros, perfeccionar lo bien hecho y, sobre todo, abandonar las posiciones de soberbia y petulancia que en nueve años se habían impuesto.
Ahora, a nueve años del inicio, 2006, del actual régimen, las condiciones han cambiado y no pueden continuar porque el país cambió, se lavó en aguas diferentes que también han cambiado, entendió, mayoritariamente, qué es lo que le conviene así sea reconociendo los yerros habidos. Esa voluntad espera el apoyo consciente de quienes, siendo oposición hasta hace poco, haga oposición constructiva, positiva, propositiva, eficiente y eficaz; que esa oposición no se guarde, en los bolsillos y la conciencia, las buenas intenciones y lo bien que suponía lo hubiese hecho siendo gobierno partiendo del principio de que todo lo pensado se llevaron los resultados electorales mediante el voto.
Esos buenos propósitos, remedios factibles para los múltiples problemas, conductas que se pensaba seguir y tenían la intención de ser dignas de la confianza nacional, pueden y deben ser puestas en práctica por el gobierno que se hará cargo de la administración en enero próximo. Guardarse lo bueno para “cuando se sea gobierno”, aun sabiendo que ello nunca llegará a concretarse, sería irresponsable; entonces, en acto conciencial y como un homenaje a la patria de todos que es Bolivia, hacer que el gobierno ejecute, realice, administre y logre beneficios para el Estado; otra conducta no queda, no corresponde, no sería honesta ni responsable, aceptable y justa. Son, pues, los candidatos perdedores, cuatro en total, los que deben entender que las elecciones dieron resultados no favorables a ellos y que, consecuentemente, ya no pensando en los votos -aún no definidos ni establecidos oficialmente conforme al Padrón Electoral que, lógicamente, debe provenir del total de la población- en que el futuro pertenece a todos los bolivianos sin distinción alguna y que, todos ellos, directamente o no, se deben al país.
Por lo expuesto, corresponde, que el Presidente y su partido le guarden gratitud al pueblo, a esa parte del Padrón Electoral que le dio el triunfo, teniendo en cuenta que el resto de la población que votó en blanco, anuló su voto, no votó no obstante estar inscrita y a esa población menor a los 18 años y toda aquella que por diferentes razones no votó (4.109.500 habitantes) y que, con seguridad totalizan más del 40% de la población de más o menos 10.059.500 habitantes.
De todos modos, hay que convenir en que es el país el que ganó las elecciones hayan o no favorecido a unos y otros; es el país que se congratula de la democracia y es él el que se beneficiará con lo bueno que se haga desde los tres poderes del Estado o, de lo contrario, sufrirá decepciones y arrepentimientos.
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