En la situación geográfica, política, económica y social de todo país, existe un entorno que es el de los países vecinos y este es el caso del Brasil y Bolivia, que tienen fronteras de miles de kilómetros. Esas relaciones por ningún motivo deberían deteriorarse o siquiera disminuir; por el contrario, cuanto más estrechas sean, serán más beneficiosas para ambas naciones.
Hay experiencias amargas con el Brasil, como en el caso del Acre, donde los asentamientos “voluntarios y circunstanciales” han derivado en una apropiación de parte de nuestro territorio, habiendo significado la pérdida de esa rica región. Desde entonces, hasta nuestros días, los asentamientos humanos en diversos sitios de la frontera continúan y hay poblados instalados a kilómetros de ella y son súbditos brasileños los que explotan esas ricas tierras.
Pero, en la última década, nuestras fronteras se han convertido en paso seguro para la coca y la pasta base y la cocaína cristalizada. Es, desde siempre, refugio seguro para perseguidos políticos que reclaman asilo y es, además, país con el que mantenemos relaciones comerciales y hay una sociedad muy práctica entre su empresa petrolífera Petrobras y YPFB para la explotación de petróleo y gas.
Todo lo positivo que había hasta hace un par de años, se ha convertido en situación controvertida, especialmente por el refugio solicitado por un político boliviano, al que se añadieron otros casos; lo más grave es que el Brasil se haya convertido en el principal centro receptivo de la droga y sea, además, paso obligado para el tránsito de ésta a países de Europa y África.
Estas situaciones han determinado que el Gobierno del Brasil decida no reponer embajador en Bolivia y su misión esté a cargo de un ministro consejero para la atención de los asuntos más importantes. Brasil es, desde todo punto de vista, un país con el que debemos tener -conjuntamente Estados Unidos, Perú, Chile, Argentina-, las relaciones más fluidas y constructivas. Por nuestra parte, mantenemos una embajada con el respectivo jefe de misión, pero su acción resulta sólo circunstancial, por la ausencia de embajador en Bolivia.
El Brasil tuvo elecciones el pasado 5; habrá una segunda vuelta a fines de mes. De sus resultados se tendrá quien se haga cargo de su administración y será entonces que se reabran conversaciones para restablecer relaciones plenas, con eficiencia y responsabilidad. Tales relaciones que sean permanentes y fructíferas, especialmente en el campo de nuestras exportaciones de gas y, sobre todo, de lucha contra el narcotráfico, que merece atención enérgica y permanente; por supuesto, el tema de fronteras deberá ser encarado con mucha responsabilidad para evitar yerros en el futuro, los que en el pasado han implicado serias pérdidas para Bolivia, siempre expuesta a la incursión de ciudadanos vecinos que buscan asentarse en nuestro territorio y servir, de una u otra manera, como medio para conseguir soberanía territorial a su favor.
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