Crisis de liderazgo

El reciente ejercicio electoral para elegir a las próximas autoridades del Órgano Ejecutivo y a los asambleístas del Órgano Legislativo ha confirmado lo que se sabía de antemano, el triunfo del oficialismo que sigue la corriente populista de izquierda del socialismo del Siglo XXI, promocionada por el que fue presidente de Venezuela durante más de una década, y que entre sus postulados está el mantenerse en el poder “sine die”, es decir sin fecha establecida de conclusión de mandato. El actual presidente, reelecto presidente del Estado Plurinacional, lo dijo varias veces: “hemos llegado al poder para siempre”.

El breve tiempo señalado para la campaña electoral (30 días para los opositores, 9 años para el oficialismo), nos lleva a la conclusión de que nuestra sociedad está atravesando por una crisis de liderazgo, no sólo en la política, en la que los candidatos han sido los mismos desde hace una década. El oficialista está casi 9 años en el ejercicio del poder del Estado, los opositores fueron varias veces candidatos (uno de ellos ejerció la presidencia de la entonces República, otro fue candidato y el tercero elegido alcalde dos veces, el cuarto sin mayor trascendencia). Pero observamos una ausencia de propuestas novedosas, realistas y necesarias, todos, oficialistas y opositores, coincidieron en lo mismo con algunas variantes.

Nos ha llamado la atención que el oficialismo parecía en su campaña que por primera vez llegaría al poder, cuando en los 9 años de gobierno podía haber ejecutado lo que ahora propone, como el problema de la salud, que se desarrolla en condiciones precarias, sin infraestructura ni personal médico ni paramédico ni equipamiento, etc.

Lo cierto es que no hay líderes en las instituciones de la sociedad boliviana, tampoco en las Fuerzas Armadas. En el sindicalismo, la Central Obrera, otrora poderosa, se ha convertido en una célula del partido oficial, copada por el prebendalismo. En cuanto a los empresarios privados, las organizaciones profesionales (con excepción de los médicos y ramas afines), en general en casi todas las instituciones del Estado y dentro del Estado no hay líderes ni renovación de liderazgo. En especial en la juventud, que era la que antes conformaba los partidos políticos y los lideraba, pues desde la Federación de Estudiantes de Secundaria (FES), las universidades (FUL,CUB, etc.) y los gremios profesionales, eran los centros del llamado “cambio”. Los jóvenes han abandonado su interés y vocación de servicio a la sociedad a través de la política.

Una suerte de “nomeimportismo” corroe las estructuras básicas de la sociedad boliviana, en la que el individualismo y sus intereses son lo más importante. Parece que la sentencia del momento es: “mientras yo esté bien, qué me importa la suerte de los demás”. No obstante el discurso socialista comunista de los actuales gobernantes, el ultra liberalismo secante es la ideología que mueve nuestra sociedad, nos importa el hoy, no el mañana. Por eso seguramente es que los gobernantes del Estado Plurinacional están festinatoriamente derrochando y gastando los recursos públicos, y en su tercer periodo consecutivo, ofrecen adquirir otro satélite, carretera en el TIPNIS, una planta nuclear, etc., con millones de millones de costo, mientras la falta de atención a salud, educación, seguridad ciudadana, empleo, etc., es la realidad de nuestra sociedad.

Los líderes, a diferencia de los caudillos (caciques), tienen visión de futuro, valores cívicos y patrióticos relevantes, conocimientos y capacidad, y tienen los pies sobre la tierra, pues la sencillez y sobriedad es una de sus características.

En el oficialismo por supuesto que no hay cambio ni renovación de liderato, pues todo comienza y termina en el caudillo que ha sido construido precisamente para ser el único, no importa sus limitaciones o debilidades, pues es el señor a quien se debe adorar, es el mesías del socialismo comunitario (como lo dijo el Vicepresidente), y seguramente más adelante podrán levantarle algún altar, como al finado comandante Chávez en Venezuela. La fórmula sociológica de la circulación de las elites no funciona en los países del socialismo del Siglo XXI.