Han sucedido situaciones extrañas en estas elecciones presidenciales que si no fuera por la importancia que tienen para los bolivianos podríamos decir que es el sabor y color de nuestra política criolla. Pero cuando ciertas circunstancias afectan a los electores, el tema no se lo puede tomar a la broma. Ha sido, por ejemplo, el dudoso desempeño que tuvo la encuestadora Mori, contratada por El Deber de Santa Cruz, que no mostró seriedad en sus estadísticas, muy especialmente en cuanto a lo que aconteció en la capital oriental, que, todos saben, fue la joya de la corona para el Movimiento Al Socialismo (MAS).
Los resultados de las encuestas de Mori han sido de tal índole que si en su desesperado afán por alcanzar los dos tercios, el MAS no sigue presionando al Tribunal Supremo Electoral (TSE), ni haciendo las conocidas matufias que se presentan desde siempre en estos actos, las cifras de la votación en Santa Cruz no le darán la mayoría absoluta a los masistas (50%) y el desenfrenado bailoteo del Cambódromo habrá sido uno más de los exagerados derroches del Gobierno. Porque una cosa es ganar con 40 puntos de diferencia -como anunciaban las encuestas de Mori antes de los comicios- y otra con menos del 10, como hasta ahora informa el TSE.
El oriente boliviano no está totalmente pintado de azul como quiere hacer creer S.E. El MAS ha perdido en el Beni y sus triunfos en Santa Cruz y Pando no han superado los 10 puntos. Lo que sucede es que, como nos quejamos, Mori (la encuestadora IPSOS también), nos aterrorizaron de mala manera en las semanas previas a la justa electoral. A fines de agosto, Mori le daba al MAS el 56% y a UD el 17%. El 15 de septiembre le atribuía al MAS el 54% contra un pobre 14% de UD. Y una semana antes de las elecciones Mori casi nos deja encerrados en nuestras casas sin ganas de ir a votar de tanta decepción. ¡Le daba al MAS el 59% contra el 18% a UD! Por si fuera poco, Mori anunciaba el triunfo de S.E. en los nueve departamentos del país. Víctima de la desorientación no ha sido naturalmente Santa Cruz, sino que ha afectado a todo el país, tal como pudimos observar en los medios, días antes del sufragio.
Sin embargo, pese a tener una mano amarrada a la espalda por el incomprensible empecinamiento de Tuto Quiroga, hubo patadas y puñetes de ida y vuelta con los oficialistas. Las encuestas dijeron una cosa y los votantes cambas otra. Con las dos manos libres distinto hubiera sido el cantar en Santa Cruz, como en Pando, Tarija y Chuquisaca. También fue lamentable que la oposición no hubiera tenido capacidad de contratar una encuestadora imparcial para tener datos ciertos y hacerlos conocer al país. A falta de otra cosa la gente se conformó con lo que dijeron Mori e Ipsos y como vemos el perjuicio pudo ser irreversible.
No nos han corrido a huasca a los cruceños como nos hacían creer. Tampoco a los pandinos. Y mucho menos al Beni que se enfrentó al oficialismo con un coraje envidiable. Samuel Doria Medina, perdedor una vez más es cierto, hizo una campaña de mucho sacrificio y cosechó adeptos que sabrá aprovechar. Ernesto Suárez se perfiló nítidamente como un líder nacional pese a que representa a un departamento que ni cuando se inunda y se devasta le mueve un pelo al centralismo. Y ni qué decir del auténtico arquitecto de este pugilato en desventaja, Rubén Costas, a quien querían verlo noqueado y no pudieron. Seguirá siendo un enorme escollo para quienes ambicionan la Gobernación de Santa Cruz.
La gran chamuchina está ahora en el recuento de los votos, en las “caídas” del sistema, en la lentitud, en la ineficiencia, justo cuando se está jugando uno de los factores más importantes de la elección: el dominio pleno de la Asamblea. Hay que cuidarse cuando el MAS merodea con rapacidad en busca de tumbar parlamentarios en su favor para disfrutar de los dos tercios en la Asamblea. Hay que hacer valer cada uno de los votos obtenidos por la oposición. La vigilancia debe ser estricta, policiaca, para que los que sabemos no metan sus garras en las urnas.
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