En círculos políticos del país se está produciendo una polémica en torno a la palabra populismo, concepto muy utilizado, en distintas formas, en círculos partidarios, intelectuales y medios de comunicación.
El término populismo ya fue utilizado desde fines del Siglo XIX en algunos países europeos; originó intensos debates, adquirió el carácter de ideología y fue resuelto por los ideólogos de la época. Se le dio entonces el nivel de categoría política internacional. Sin embargo, finalmente, la posición populista fue condenada como anarquista e incorrecta.
En círculos intelectuales bolivianos se intenta hacer algunas definiciones sobre esta palabra, las mismas que difieren sustancialmente de la definición ya establecida en el lenguaje político contemporáneo. En ciertos casos se dice que se trata de una ideología con contenido económico y, en otros, que sólo sería un concepto semántico, pero, en general, se le atribuye valores tan variados que pueden conducir a errores.
En esferas conservadoras se acude a diccionarios elementales para guiarse de lo que es el populismo. Se dice que “no tiene o carece de ideología clara y concreta” y que sólo consistiría “en la exaltación del individuo al que se endiosa”; no tiene planes de gobierno serios; carece de objetivos estratégicos nacionales; se coloca sobre las leyes; que los gobernantes populistas están permanentemente en movimiento, es decir viajan a todo rincón del país con el argumento de estar con el pueblo, etc.
Esa argumentación contrasta con una definición más amplia de la terminología política, que señala que populismo es la ideología de la democracia campesina pequeño burguesa y sus rasgos específicos son quimeras socialistas, esperanzas de eludir la vía del capitalismo; creer que se podría evitar y, al mismo tiempo, propugnar un cambio radical en las relaciones agrarias. Los populistas plantean la posibilidad de que la comunidad campesina puede pasar directamente a la forma comunista. Así mismo, consideran que la lucha por las libertades políticas sólo es beneficiosa para la burguesía y niegan el carácter progresivo del capitalismo.
Los populistas miran los fenómenos sociales a través del prisma de un ideal abstracto y, finalmente, su tesis básica es demostrar que la pequeña economía campesina se contrapone al capitalismo, argumentos que agregan a su idea proyectos utópicos y reaccionarios de todo género, como la “producción familiar” y otros. Es una ideología ecléctica y sus propulsores vacilan entre corrientes contrarias.
Ese populismo tiene raíces en Bolivia desde hace tiempo, y busca enlazar un socialismo campesino utópico con la esperanza de evitar la vía del capitalismo y es característico de los países donde se ingresó tardíamente en el camino de la revolución democrática, o bien, es característico de países donde no se realizaron la revolución burguesa del campesino, la aparición y crecimiento de una clase obrera y el desarrollo de su lucha.
Otra definición más concreta sostiene que los populistas se consideran socialistas, pero sin considerar que ese socialismo es utópico, niegan el desarrollo regular de las relaciones capitalistas, en especial en Bolivia; ven la comunidad como un embrión del socialismo y que la historia la hacen los caudillos. En realidad, una idea arcaica.
También creen en una “estabilidad” indefinida de la comunidad, que protege a los comunarios de la penetración de las relaciones capitalistas en su vida, lo que los “salvaría” de la ruina y la disolución en clases y que, en última instancia, los llevaría al comunismo.
Finalmente se apostilla que cuando esta ideología fue puesta en práctica, en los hechos fracasó y, por tanto, en la teoría quedó desplazada de manera definitiva, aunque hay quienes insisten en tomarla en cuenta.
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