Es innegable que para todos los países del mundo -incluidos aquellos que fueron integrantes del comunismo que hace muchos años periclitó- que China se ha convertido en un país que pretende ser ejemplo sobre el “matrimonio” existente entre el comunismo y el capitalismo. Desde los cambios efectuados por el líder chino Xiao–Ping en la década de los años 70, China Popular fue cambiando sustancialmente hasta llegar a una especie de convivencia con lo más antagónico que había tenido desde el año 1949, año de la imposición comunista por Mao Tse Tung.
Efectivamente, lo alcanzado hasta ahora por el “país rojo” nadie lo había previsto: que ese país funcione en el campo político con medidas enteramente aplicadas por el comunismo en la ex Unión Soviética y en naciones que la siguieron: socialismo extremo con cárceles, persecución de políticos, condena a todo lo que aparentaba ser “capitalista” u “imperialista”, desconocimiento de los derechos humanos, violación a todas las libertades. En lo económico, un país enteramente capitalista “porque así convenía” según declaraciones de sus líderes.
Con estas experiencias, el exprimer ministro chino, Wen Jiabao, dirigiéndose a los países llamados emergentes, se refirió a un decálogo de consejos para lograr los éxitos de su país: “Aplicar las más severas penas a los delincuentes y a los políticos que ingresan en las redes de la corrupción; moralizar la administración de justicia; quintuplicar los presupuestos para la educación, porque el país que quiere crecer debe tener la población más culta y preparada; apoyar decidida y efectivamente al capital privado siendo aliados de los negocios; entender que los políticos deben servir al país y no lo contrario; desburocratizar el aparato gubernamental reduciendo sustancialmente la burocracia; la inversión pública debe ser eficiente y dirigida a la infraestructura en educación, salud, cultura y a todo lo que implique mejorar la calidad de vida de las personas; conseguir que el pueblo tenga confianza en las autoridades y para ello hay que destruir la corrupción porque ya no se cree en las políticas, y hay costumbre por el desorden gubernamental y, finalmente, que se sancione la corrupción y se actúe en concordancia con los intereses generales para conseguir desarrollo y crecimiento”.
Las recomendaciones o consejos son claros mostrando caminos ciertos para vencer a la pobreza y, sobre todo, a todos los errores y defectos que, lamentablemente, han sido normas de comportamiento de muchos gobiernos que han perdido la noción mínima de sus propios valores y principios y actúan con el propósito de lograr el enriquecimiento ilícito, el conseguir mayor poder, el fortalecimiento partidario y la aplicación de la justicia no conforme a las leyes sino a las conveniencias e intereses político-partidistas.
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