Pasaron las contiendas electorales; los resultados, incomprensibles en muchos casos por la diversidad de datos y la posible desorganización en el conteo y verificación de votos, o por las fallas de los sistemas instalados durante el período de las elecciones de 2009, aún no son claros y definitivos; pero, al margen de todo ello, ya hay resultados que ratifican al actual régimen que empezó el año 2006.
Para la comunidad nacional, aún queda el recuerdo de las campañas que han sido frustrantes, aburridas y hasta chabacanas por lo repetitivas y falta de consistencia y seriedad sobre lo que se hizo y lo que se tiene intención de hacer siendo gobierno; pero el caso pasó y no corresponden lamentaciones cuando todo está consumado; ahora el panorama está en lo que se haga en el futuro.
Por las experiencias de nueve años de gobierno, luego de la re-reelección, hay un panorama de desafíos para el régimen del presidente Morales y su partido. Lo vivido tiene que servir para corregir lo malo hecho y perfeccionar lo bueno y, para ello, son precisas condiciones de tranquilidad y armonía social y política evitando las acciones de fuerza en que se han convertido las marchas, las manifestaciones, las huelgas y, lo más grave, los bloqueos que son parte indiscutible de las formas más inhumanas de terrorismo.
Llegó el tiempo, pese a las discrepancias político-partidistas, de pedir unidad -mérito que, parece, fuese propiedad de algún grupo cuando es principio y objetivo que se debe conseguir en pos del bien común- para alcanzar, entre fuerzas casi siempre separadas, contrarias, radical y ridículamente sólo consecuentes con sus intereses y conveniencias, un espíritu de unidad y armonía para encarar los diversos problemas que enfrentamos; alcanzar unidad para tomar conciencia de país y tener vocación de servicio; unidad, en fin, para coadyuvar al logro de entendimiento entre todos para que todos, unidos, solidaria y mancomunadamente, en aras de los objetivos comunes y supremos de la República, encaremos nuestra vida con trabajo, eficiencia y producción.
La concordia entre todos es de absoluta urgencia porque no puede haber entendimiento ni comprensión para los diversos problemas si no hay conciencia de los mismos, si no se los sopesa debidamente, si no hay capacidad de renunciamiento para encarar las mismas soluciones. Es precisa la unidad, unida a la caridad, para despejar las discordias sembradas durante la campaña electoral.
Lo ideal sería que todos los grupos contendientes hagan el propósito de unirse en la concreción de realizaciones a partir de enero; los unos, los del gobierno, dejando de lado la soberbia y la petulancia, el irrespeto y la egolatría, las fatuidades de creerse más que los otros, el absurdo de pensar que nadie tiene más derechos que ellos.
Los otros, los que no alcanzaron el poder, que entiendan que el gobierno debe trabajar responsablemente y cada uno, a su modo, cooperar con él sin hacer suyas sus banderas sino los propósitos que deben tener buenos cauces, sin interferencias ni posiciones que destruyan buenos propósitos. Esa posición se convertiría en oposición constructiva, propositiva y responsable que critique lo malo, pero proponiendo remedios y mostrando lo más positivo para el bien común. Esa oposición no puede ni debe tener conductas de enfrentamiento u obstrucción que nada bueno acarrearían al conjunto nacional.
Han transcurrido nueve años (con ligera diferencia de tres meses) desde la asunción del actual Presidente; nueve años de esperanzas frustradas unas y concretadas otras para algunos estratos sociales; nueve años de esperas para la mayoría de la población de cambios que no hubo porque sus posibles protagonistas no cambiaron conductas; cambios que el país esperaba desde hace muchos años en realizaciones, administración eficiente, honesta y responsable con dedicación total a las causas nacionales pero que, en general, resultaron simples tentativas sin concretarse del todo; en fin, cambios para mucho de positivo siempre que ellos sean bajo principios de alta moralidad y responsabilidad.
Reasumir el gobierno en enero debe tener el objetivo de asumir, ciertamente, una conciencia de país y una vocación de servicio; de otro modo, ganar el poder, simplemente por ganarlo -o sólo por prorrogarse- no tendría razón de ser. Hay mucho que hacer, muchísimo por enmendar, bastante por corregir, mucho por planificar y, sobre todo, mucho para cambiar conductas para no repetir los yerros de siempre o, simplemente, creer que con las reservas monetarias se habrá alcanzado el desarrollo cuando se descuidó la producción, la creación de fuentes de riqueza que generen empleo, las inversiones, la atención urgente de educación, salud, vivienda, infraestructura, etc., que si bien han tenido pequeños retoques en los últimos nueve años, no alcanzan los objetivos que el pueblo querría ver como medios para combatir a la pobreza en aras de un desarrollo armónico y sostenido.
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