Chile, con el respaldo del poder tanto político como bélico de Inglaterra, desplegó su proyección expansionista, en 1879, que culminó con la salvaje invasión al Litoral boliviano, cuya secuela es el centenario enclaustramiento. En consecuencia se ufanaba entonces de su armamento de última generación que abarcaba “dos blindados poderosos y nuevos, cuatro buques de madera con un total de 48 cañones modernos y un ejército equipado de 13.000 hombres. Bolivia, sin fuerza naval alguna; ejército de 1.200 plazas “(Augusto Guzmán: “Historia de Bolivia”, 1976, págs. 170 y 171).
Y ahora, cuando le aprietan los zapatos en La Haya, trata de escudarse bajo las banderas de la Alianza del Pacífico, a fin de esquivar el problema pendiente que tiene con Bolivia, desde el Siglo XIX.
“Las expresiones del mandatario boliviano son brutalmente ofensivas contra nuestra Presidenta y contra los presidentes de los países de la Alianza del Pacífico, que están trabajando lealmente, abiertamente por el progreso de sus pueblos”, afirmó el senador chileno Hernán Larraín (UDI).
“Yo espero una reacción, como ciertamente la habrá de parte de los gobiernos de Perú, Colombia y de México, porque este lenguaje es absolutamente inaceptable”, señaló, asimismo, el diputado Jorge Tarud (PPD) (EL DIARIO, 16 de octubre de 2014).
Estas exasperaciones provocaron las declaraciones del gobernante boliviano, quien, según La Tercera de Santiago, dijo: “Los presidentes de la Alianza del Pacífico son lacayos del imperialismo. Algunos presidentes se dicen socialistas, pero son capitalistas. ¡Qué clase de socialistas son!” (ver EL DIARIO citado líneas arriba).
Empero las naciones que conforman aquel bloque regional están informadas de los pormenores que originaron el distanciamiento boliviano- chileno. Y posiblemente conocen también los móviles que indujeron a Bolivia a apelar a la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, en la perspectiva de lograr la restitución de su soberanía en el océano Pacífico.
Bolivia, en más de cien años de enclaustramiento, ha sido objeto no sólo de intimidación, sino de agresión, en reiteradas ocasiones, por quien se adueñó indebidamente de su territorio y mar territorial, en el Pacífico. Chile, no contento con el inmenso “botín de guerra” que obtuvo en la incursión del Siglo XIX, hincó sus garras depredadoras sobre las aguas del río Lauca, en el Siglo XX. Y también en el manantial del Silala. Hizo, en el marco de su cicatería, la remoción de hitos fronterizos. E inclusive ha sembrado de minas la frontera boliviano-chilena. Asumió, de igual modo, actitudes distraccionistas, evasivas y dilatorias, con la agenda de los 13 Puntos, en la primera gestión gubernamental de la señora Michelle Bachelet, que data de julio de 2006 y que consignaba el tema marítimo.
Estas son truhanerías propias del vecino, que pospusieron todo arreglo civilizado en relación con el más que centenario diferendo boliviano- chileno, en dictadura y democracia, con Pinochet o Bachelet.
En suma: Chile tendrá que dejar sus truhanerías y restituir la soberanía boliviana en el Pacífico, en el marco de la justicia y la equidad.
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