¿Por qué se ha fundado La Paz?

La Paz es una de las pocas ciudades fundadas por motivos políticos, lo cual la convierte en una urbe símbolo, esperanza y proyecto de vida.

Cuando los primeros españoles llegaron a esta parte de América con la aventura como brújula vital que los orientaba a la búsqueda de riqueza, honores y vida fácil, se lanzaron a la conquista de las nuevas tierras con el ímpetu de quien apuesta su futuro en la fuerza de sus brazos y el empuje de su espada. Por eso, recién muerto Atahuallpa, el conquistador Francisco Pizarro, en diciembre de 1533 envió gente al lugar donde creía se acumulaba gran cantidad del oro incaico: la isla del sol, y grande fue su decepción al no encontrar el ansiado metal; sin embargo, los comisionados: Diego de Agüero y Pedro Martínez de Moguer, en base a informaciones recibidas de los nativos, se encaminaron a Chuquiagu para verificar la existencia de minas de oro en ese sitio. Únicamente encontraron unas cuantas onzas de oro; de esta manera fueron los primeros españoles que estuvieron en este lugar.

Diego de Almagro quiso cobrarse la frustración de su viaje a Chile en busca de riquezas, con la toma del Cusco, el 8 de abril de 1537, al creerse engañado por Pizarro, su socio; y, de esta manera, con su codicia y orgullo encendió la guerra civil entre españoles, la cual duró una decena de años, en los cuales se jugó la suerte de la conquista, la pertenencia del Perú a España y el destino de los indios. En efecto, en 1517, el emperador Carlos V había promulgado las leyes de Burgos, luego conocidas como Leyes de Indias; legislación que protegía al nativo dándole derechos. Pero los conquistadores que dominaban estas tierras, en la práctica, no les reconocían derecho alguno, pues los querían convertir en siervos de sus intereses; por lo cual se alzaron contra la real autoridad, llegando al extremo de matar al mismísimo primer Virrey del Perú, Núñez de Vela; desconociendo de esta manera la autoridad del monarca español, y poniendo en riesgo la pertenencia de este virreinato a la autoridad metropolitana. Si ese alzamiento se consumaba, la suerte de los indios hubiera sido mucho más penosa de lo que fue, pues hubieran estado totalmente sometidos a la explotación inmisericorde de los encomenderos, ávidos de riqueza; además, la evangelización de la esas personas tampoco hubiera sido posible. Por eso, tal insurrección alarmó muchísimo a Carlos V, a tal punto que envió al Pacificador Pedro de La Gasca a poner fin a ese alzamiento; el cual tenía experiencia política y gran habilidad para averiguar la vida y milagros de la gente por ser persona de la inquisición, además poseía la suficiente sagacidad para convencer a los rebeldes a que depusieran su actitud.

Paralelamente a esto hubo los levantamientos indios de Manco II, y otros, contra los españoles, los cuales fueron militarmente derrotados. Como se ve, doble guerra contra el rey español. Como los encomenderos estaban decididos a salirse con la suya, La Gasca estuvo obligado a pelear con las armas y con la política contra ellos. Es así que, el 20 de octubre de 1547, en Huarina, se realizó una importante batalla entre los ejércitos de los fieles al rey contra los insurrectos, comandados por Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal, “el demonio de los Andes. El resultado fue adverso a las armas reales; pero el inquisidor era hombre de agallas y continúó con su trabajo político hasta lograr la defección de los rebeldes, y los jefes del alzamiento fueron ejecutados. La paz alcanzada en el virreinato tenía tal importancia, que había que festejarla no solo con la alegría de los vencedores, sino con la fundación de una ciudad que llevara el nombre de La Paz, para que ésa fuera el símbolo de la unión y concordia alcanzada en estas tierras. De ahí que Alonso de Mendoza, y un grupo de gente a su mando, buscó el sitio adecuado para la fundación de esa población-símbolo. El 20 de octubre de 1548 sorprendió a esa gente en la localidad de Lappara o Llaxa, donde ya se había levantado una pequeña iglesia, en cuyo ámbito se encomendó a Dios el destino de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, y luego se procedió a fundarla en nombre del rey Carlos I de España, levantándose el acta correspondiente. Tres días después se la trasladó al sitio donde actualmente se levanta como emblema de esperanza de la paz y del proyecto de vida de quienes la habitamos.