El caso de los propietarios de automotores internados al país por las vías ilegales del contrabando y los anuncios de que podría legalizarse su situación, preocupan seriamente a la población porque no se puede consentir que, por muchos años, se legalicen esas incursiones al país y las promesas de que “serán las últimas” cuando, gobierno tras gobierno, se actuó con total debilidad, descuido, nomeimportismos, condescendencia y permisividad para que los ilegales actúen con inmunidad que se hizo impunidad.
Legalizar la situación de los llamados “chutos” automotores es muy grave decisión para el Gobierno y es, además, un precedente para que todo lo ilegal se legalice tan sólo pagando derechos aduaneros e impuestos con un agregado de multas (si es que hasta ahora se cobró) con anteriores legalizaciones.
Creer en las promesas de que no habrá más contrabando de autos usados es creer que Nerón no fue culpable del incendio de Roma; creer que los necesitados de autos “baratos” no recurrirán nuevamente a los “profesionales del contrabando” y no encargarán nuevas unidades, es creer que Hitler o Stalin pueden ser canonizados como santos de la Iglesia. En fin, creer en promesas que no se cumplirán es creer en el diablo y sus diabluras que nunca terminan y que tienen en el delito de los contrabandistas su mejor aliado.
Un político, a propósito de los “autos chutos”, hizo una peregrina sugerencia: “Que cada dueño de automotor ilegal pague cinco mil dólares y ese monto sea destinado a mejorar los ingresos de los jubilados”; en otras palabras, solucionar un conflicto con dinero o, peor, sentar un precedente funesto para el futuro, ya que, con la medida, cualquiera podrá entrar en el campo de la economía informal a cambio de dinero sin preocuparse de leyes, impuestos, derechos aduaneros, etc. La sugerencia, pues, es extraña e imposible de usarla porque sería olvidar las leyes y legalizar el contrabando.
Quienes sugieran medidas para combatir el mal, deben pensar que no es posible ni dable ni responsable ni honesto violentar leyes para solucionar conflictos; quienes actúan en política deben pensar en lo que proponen porque si así actúan llegados al Gobierno, qué será del país que no puede estar librado a las “economías del por si acaso” o aquellas que señalan “por última vez” cuando se sabe que ese final no llegará y que mientras haya corruptores habrá corruptos.
El contrabando de automotores es muy grave; lo lamentable es que las autoridades no se dan cuenta de ello y, como en gobiernos del pasado, creen que “cobrando impuestos y derechos” se soluciona el problema. Es un caso que se agravaría seriamente porque tan sólo una legalización implica que se lo haga con todo, ya que el Gobierno, por equidad, no podría negar a otros y aplicar las malas leyes del dejar hacer y dejar pasar indefinidamente y menos usar la ley para legalizar lo ilegal así sea por última vez.
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