Jennifer Delgado
Me atrevería a jurar que no existe persona que no haya conocido la frustración, al menos en el mundo occidental donde, a veces, es como si se hubiera convertido en una indeseada compañera de viaje. Pero… ¿qué es la frustración?
La frustración aparece cuando no conseguimos realizar nuestros proyectos, sueños, metas, deseos… o simplemente cuando no logramos llevar a buen término una actividad. De hecho, la frustración es común en los niños, ya que estos a menudo se encuentran con obstáculos debido al escaso desarrollo de sus habilidades que les impiden terminar con éxito la tarea en la cual estaban inmersos.
Desde esta perspectiva podemos comprender que la frustración es un sentimiento negativo provocado por el deseo de hacer algo o lograr algo y la imposibilidad de conseguirlo. Comprendida de esta manera, podríamos decir que la frustración es una reacción natural (que no es sinónimo de sana). Es decir, es perfectamente comprensible que nos sintamos frustrados si después de un año de estudio no pasamos el examen.
Sin embargo, el problema no es la emoción en sí, sino lo que hacemos con ella. Si no aprendemos a manejar la frustración, ésta se apodera de nuestras vidas y las convierten en un verdadero infierno de desesperanza, amargura, resentimiento y todas las otras emociones negativas que quieras añadir.
No obstante, lo peor no es que nos sintamos tan mal, sino que la frustración genera muchas dudas. Primero, comenzamos preguntándonos si “¿lo lograré la próxima vez?”; después pasamos a una afirmación dubitativa: “quizás fracase de nuevo”; para terminar con una rotunda afirmación que pone fin a nuestros sueños y nos sume en el inmovilismo total: “No lo lograré, soy un fracasado”.
De hecho, éste es el mayor problema de la frustración: genera una falta de motivación y fomenta una autoimagen negativa y de escaso valor, convirtiéndose en una profecía que se autocumple. Es decir, si pensamos de antemano que vamos a fracasar en un proyecto, tendremos más posibilidades de fracasar porque asumiremos una actitud derrotista.
¿Cómo salir de este círculo vicioso? ¿Cómo superar la frustración?
La respuesta está en la aceptación. Básicamente, una persona frustrada es una persona que tiene muchas cuentas pendientes con su pasado y que tiene poco conocimiento de sí mismo, o que se conoce pero no se acepta.
La aceptación a la que me refiero es algo muy profundo, no es una aceptación a nivel lógico y racional, sino a nivel emocional. Por ejemplo, de seguro sabes qué pasaría si no consigues terminar lo que te propones, conoces todas las posibilidades, pero no las aceptas. Porque una cosa es conocer y otra muy diferente aceptar a nivel emocional.
Por tanto, en vez de preguntarte ¿qué sucedería si no lo consigo?, pregúntate: ¿puedo vivir sin lograr lo que me propongo?, ¿existen otros caminos para encontrar la felicidad? y ¿cómo me afecta emocionalmente no lograr mi meta? Sólo entonces comenzarás a aceptar la aparente derrota.
Por otra parte, también es importante que aprendamos a aceptar nuestras limitaciones. Es importante esforzarse por lograr un objetivo, pero llega un punto en que también es necesario abandonar o, si se prefiere, replantearnos nuestras metas adoptando una perspectiva más realista.
Para terminar, nada mejor que recordar una frase del famoso psicólogo que dedicó parte de su vida a estudiar las emociones humanas, William James: “Aceptar lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”.
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