La campaña electoral ha sido larga y tediosa, pero, finalmente, ha concluido con el resultado a favor del partido oficialista. Pero cualquiera fuese el fruto de la votación popular, el nuevo Gobierno enfrenta enormes retos inmediatos y mediatos, tanto internos como externos, retos que en la apariencia muestran un panorama plácido y color de rosa, sin que se sepa, sin embargo, en qué podrán derivar, ya que en su fondo guardan sorpresas que la historia siempre lleva en su seno.
El partido victorioso es el mismo que gobierna el país desde hace nueve años y, a la vez, es autor del actual régimen histórico que tiene sus luces y sombras. Este mismo partido, el MAS, deberá hacerse cargo, una vez más, de las riendas del Estado que creó, que tiene características propias y que son exclusivas de nuestra nacionalidad. Otros partidos políticos que buscaban llegar al Gobierno y que no han tenido la buena suerte que esperaban, no han podido hacerse cargo del país, por lo que se puede considerar que en el futuro se podrán lavar las manos por las múltiples e inevitables dificultades que se podrían presentar.
En todo caso, el Gobierno reelegido no se hace cargo de una taza de leche, sino más bien de un caldero cada vez más caldeado, ya que en el país persisten grandes y pequeños problemas de viejo origen o bien fueron creados recientemente y que nunca fueron solucionados o bien fueron agravados, respectivamente. Es más, el país todavía encara problemas estructurales de gran magnitud que no son vistos con facilidad y que, más bien, están recubiertos por engañosas formas cosméticas, pero que siguen siendo la causa final de dificultades políticas y económicas.
Sería difícil enumerar los problemas que se ocultan en el horizonte, pero entre los de mayor tamaño se encuentran la cuestión colonial que todavía no ha sido resuelta y la cuestión económica que conserva grandes reminiscencias comunitarias, esclavistas y feudales. Aparte de esos aspectos generales existen otros particulares, empezando por el referido a la inestabilidad y derrumbe paulatino de los precios de nuestras materias primas de exportación, que sostienen la economía nacional y permiten al Gobierno gozar de relativa bonanza, aunque de continuar el ritmo descendente de últimas semanas podría provocar un colapso de proporciones.
En el orden del día de las cuestiones nacionales se encuentran los latentes temas agrario, minero e industrial que requieren soluciones de urgencia. Detrás de ellos están los casos de los vendedores de ropa importada, los autos “chutos”, las tomas de tierras, el asunto de los jubilados, y similares. No deja de ser un problema mayúsculo el asunto de la crisis del Órgano Judicial, a la que acompañan dificultades en los órganos Electoral y Legislativo, aparte de disturbios en las fuerzas armadas y policiales. El problema del narcotráfico es cada vez más acuciante y a él se suman ahora aspectos internacionales que podrían cambiar el panorama interno a partir de las elecciones próximas en Brasil, Argentina, etc. Así, no es que han terminado los problemas, es ahora que empiezan.
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