II
Anotemos que por razones de costo (alto), de perforación y desarrollo de campos la producción de petróleo vía shale se hace menos atractiva de tener barril de crudo (convencional) a USD 80-90.
Sólo como ejemplo del costo del shale: según la Agencia Internacional de la Energía (AEI) se necesita 2.500 pozos nuevos al año sólo para mantener la producción de 1 millón de barriles al año (en el yacimiento de Bakken, en Dakota del Norte) versus mantener costos de operación de 60 pozos (en Iraq) para obtener los mismos resultados, en donde el costo de producción del barril de petróleo es de menos de USD 20.
En tanto la tecnología no avance un poco más, el shale seguirá siendo costosa versus la producción convencional; pero no se descarta que la tecnología de producción de gas y petróleo no-convencional irá avanzando cabalmente motivado por este tipo de situaciones de mercado que plantea oportunidades, antes que perjuicios.
Varios expertos en finanzas petroleras han señalado claramente que el “punto de equilibrio” para obtener beneficios, en Estados Unidos, del petróleo no-convencional (desde el shale o fracking) y con la tecnología actual está estimado entre USD 60-80 del barril del “convencional” (según AIE).
Ahora bien, los populismos que sustentan sus gobiernos, basados en muchos recursos naturales de alto costo de producción, pero de buen precio de mercado, ahora tendrán que ajustarse el cinturón, cabalmente por la baja del precio.
Las petroleras estatales (National Oil Companies) estarán en problemas: especialmente de aquellos países con alta deuda (Venezuela).
El caso de Ecuador se plantea un tanto más complejo: apuntaba a que 2015 sería el año del crecimiento de la producción de petróleo, que estuvo viniendo en baja y que motivaba a Ecuador a retornar a ser un jugador clave de OPEP. Producir más con precios de producción altos y con precios de barril bajo es una ecuación poco recomendable.
Siguiendo el criterio de analistas de la compañía consultora Wood Mackenzie, para las cuatro mayores petroleras del mundo: Exxon, Chevron, Royal Dutch Shell y BP, los descubrimientos no-convencionales han sido la principal fuente de nuevas adiciones de recursos en los últimos cinco años. Las grandes petroleras privadas buscarán apuestas más seguras en el actual entorno energético. Su escala y modelos integrados significan que no tienen la misma exposición a los precios del crudo porque las grandes petroleras privadas siempre pueden ir en busca de barriles en Wall Street, además porque no están sometidas a regímenes despilfarradores de recursos, sino más bien a juntas de accionistas que exigen máximo beneficio antes que costes.
El caso de Bolivia: las exportaciones de gas natural boliviano están reatadas a precios de derivados del petróleo; de manera que cuando el precio del petróleo (en este caso el Brent) está en baja, también reduce el precio de gas natural. Ya hay cálculos de los más conservadores que indican una baja mínima de 800 millones de dólares a la economía boliviana, reducción de dinero que por lógica va a perjudicar presupuestos municipales, de gobernaciones y del Estado central.
Veremos qué nos depara en 2015 el mercado energético mundial que de momento ya nos hizo saber quién manda: el petróleo saudita. La “recomendación” obvia a los países petroleros o gasíferos es aprovechar cuando la época es de vacas gordas e invertir en infraestructura evitando despilfarros, porque la reducción de precios apretará aún más a las economías poco libres y altamente “planificadas”, como la venezolana o boliviana.
De todas formas la economía de la energía se seguirá “moviendo” y por ello es importante que en Bolivia, por ejemplo, se subraye en la agregación de valor (industrialización) del gas en vez de dar preeminencia a su venta como materia prima.
El autor es consultor del sector privado.
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