[José Alberto Diez de Medina]

Bolívar en sus últimos días, en Cartagena


Cartagena de Indias es una hermosa ciudad, de mucha historia, de relatos inverosímiles, anécdotas, riquezas y asedios, fue depósito de las innumerables riquezas de plata y oro del Gran Potosí. Soportó asaltos y de ataques de piratas y bucaneros pagados por potencias enemigas de España; diez veces caída y ocupada, diez veces levantada,

Cartagena de Indias recibió al Libertador Simón Bolívar en su último viaje rumbo al destierro y con su último hálito de vida.

Bolívar estaba desterrado, amargado, enfermo, más por los males políticos y la desilusión que tuvo, después de haber liberado a Nueva Granada y haberla convertido en la Gran Colombia. Cuando los ejércitos españoles se habían retirado de esa parte del continente, fue vejado y retirado de su Gobierno.

Todos estos avatares quizá lograron agravar su enfermedad, una batalla que nunca pudo vencer; la tisis hacía escarnios en él. En una de sus visitas elogió a la gente de Cartagena, diciéndole: “Vuestra ciudad ha salvado la patria; vosotros sois sus libertadores; algún día Colombia os dirá: Salve, Cartagena redentora”.

El 21 de junio de 1830, el pueblo cartagenero salió a recibirlo en el Puente de La Calzada, a las cinco de la tarde, en un viejo carruaje, acompañado por personajes notables, en medio de dos filas de hombres entristecidos al ver la figura amargada y enferma del Libertador.

Recorrió algunas calles de Cartagena hasta llegar a la casa del General Montilla, donde se alojó; en todos esos momentos el carruaje estuvo rodeado por el pueblo, que respetuoso de su pena se mantenía en silencio.

Poco después Bolívar se trasladó de vivienda a una casa pequeña y humilde, de propiedad de un súbdito inglés de apellido Kinsella; prefirió estar allí solo, meditando, alejado del bullicio, esperando el regreso de la fragata inglesa que lo llevaría y los recursos pedidos a Caracas.

En la noche del 1 de Julio, dos carruajes llegaron a la casa, con varias personas respetables de Cartagena, entre ellas el General Montilla y el señor Francisco Martín.

Detenidas esas personas en la puerta de la modesta vivienda del Libertador, éste sorprendido preguntó: “¿Qué novedad hay?”

“General -contestó Montilla- el Gran Mariscal de Ayacucho ha sido alevosamente asesinado en la montaña de Berruecos”.

Introducidos a la casa, dieron explicaciones sobre el asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre; Bolívar se dio una palmada en la frente, guardando silencio por bastante tiempo.

Los visitantes se retiraron, después de haber cumplido esa penosa misión, el Libertador continuó paseando en el patio de la casa, hasta las primeras horas de la madrugada.

Pero no se dio sólo esa noticia, quizá la más terrible, al Libertador, sino que llegó otra, que agotó totalmente al extenuado cuerpo enfermo de Bolívar.

Un correo trajo una nota del Ministro del Interior de Colombia, Dr. Vicente Azuero, donde le trascribe una carta del Presidente del Congreso Revolucionario de Venezuela, Francisco Javier Yáñez, que decía: “Venezuela, a quien una serie de males de todo género ha enseñado a ser prudente, que ve en el General Simón Bolívar el origen de ellos, y tiembla todavía al considerar el riesgo que ha corrido de ser para siempre su patrimonio, protesta que no tendrán aquéllas (las buenas relaciones entre los dos países) lugar, mientras éste permanezca en el territorio de Colombia”.

La tierra de su nacimiento lo desdeñaba. El Libertador no contestó la nota, ni lanzó algún concepto sobre la actitud del Congreso de Venezuela.

Como Bolívar se apresuraba en abandonar Cartagena, para salir del país, sus amigos que criticaron fehacientemente la actitud de los gobiernos de Colombia y Venezuela, unieron fuerzas para que el Libertador desistiese de su viaje. A lo que Simón Bolívar manifestó: “Tienen ustedes razón, nobles amigos, por mi voluntad estaba resuelto a irme, echado, no debo hacerlo por el honor mismo de Colombia, por el honor de Venezuela. Además me siento morir, mi plazo se cumple, Dios me llama”.

Días después, salió el Libertador de Cartagena por tierra hasta Soledad y Barranquilla, de donde pasaría a Santa Marta, a esperar su muerte.

Sociedad Bolivariana de Bolivia. Fundada en 1936.

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