El diálogo boliviano - chileno nunca ha dado un resultado fructífero y favorable para los supremos objetivos de reivindicación marítima del país. Resultado que debiera promover la verdadera integración, con cooperación mutua, en beneficio de ambas naciones.
Se ha dialogado, en dictadura y democracia, sobre diferentes tópicos inherentes a las relaciones bilaterales, empero no hubo, desafortunadamente, la voluntad política del vecino, para priorizar el asunto del enclaustramiento marítimo provocado por él, en 1879. Lo hizo cuando, en 1878, “hubo la más grande sequía que recuerda la historia boliviana. País completamente dependiente de las propias cosechas, vióse de inmediato en situación de hambre, la misma que no fácilmente podría salvarse desde afuera, debido a la falta de caminos y a la pobreza general de la nación. Pues la peste azotó también a la población y por centenares se recogían los muertos” (Humberto Vásquez Machicado, José de Mesa y Teresa Gisbert: “Manual de Historia de Bolivia”, 1963, pág. 378).
De esta dramática situación Chile se aprovechó para despojarnos del Derecho que nos asistía y nos asiste sobre el Pacífico desde mucho antes de la fundación de la República en 1825. En este marco las exportaciones e importaciones nacionales están sujetas a su capricho o sea al incumplimiento del Tratado de 1904.
Recordemos que con la agenda de los 13 Puntos, consensuada casi a mediados del 2006, se intentó abordar temas relacionados con los hitos fronterizos, con la cooperación bilateral, con el uso del manantial del Silala y el problema marítimo, inclusive. Pero aquélla fue interrumpida debido a la política distraccionista, dilatatoria y artera, que asumió Chile. Y ahora éste, por medio de quienes representan coyunturalmente a La Moneda, desea retomar el diálogo, a fin de avanzar con el análisis y debate de dicha agenda, empero excluyendo el asunto del enclaustramiento boliviano, porque la demanda correspondiente se encuentra en los estrados del tribunal de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
“Todos sabemos que el tema mediterraneidad de Bolivia ocupó un papel histórico en nuestras conversaciones, y como ya se incluyó ese tema en la agenda de ambos países hay que seguir y caminar con tranquilidad”, manifestó, sobre el punto, el enviado especial del Gobierno chileno, Juan Gabriel Valdés, en visita a la ciudad de La Paz, hace aproximadamente cinco años (EL DIARIO, marzo 13 de 2009).
Chile alentó el diálogo, con o sin Michelle Bachelet, como una estrategia evasiva, con el propósito de perpetuar el encierro geográfico boliviano, pues se resiste a saldar la histórica deuda que tiene con Bolivia. Y quiere dialogar a su modo y sin escuchar los argumentos del país. Por ello ha perdido credibilidad.
Y ahora, a pesar de que habla de diálogo, está empeñado en enviar a sus emisarios por la faz del mundo con el objeto de tergiversar y desprestigiar la demanda marítima que radica en La Haya.
Por ese afán ha tomado los servicios profesionales de Mónica Pinto y Harold Koh, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y ex director jurídico de Estados Unidos en la gestión de Bill Clinton, respectivamente.
En suma: Chile, con o sin diálogo, no piensa restañar la herida abierta por la salvaje invasión de 1879.
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