El primer aviso de lo que le espera a la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), reelegida el domingo para la Presidencia de Brasil, vino en forma de previsibles estadísticas bursátiles: el índice Bovespa se desplomó en cuanto abrió la sesión en São Paulo, a las nueve de la mañana de ayer el índice reculó un 6%, aunque, una hora más tarde, recuperó dos puntos y cerró con una pérdida del 2,72%.
El real, la moneda brasileña, se depreció un 2,5% con respecto al dólar y tocó mínimos desde 2008 y las acciones de Petrobras, la mayor empresa pública del país, un termómetro fiable de la confianza de los inversores en la marcha de la economía brasileña, llegaron a hundirse casi un 16%, aunque al final de la jornada cerraron con una caída del 12,6%.
La economía estancada de Brasil, que este año no crecerá más allá del 0,3%, será el principal desafío. Durante su anterior mandato, el país se ha estirado a una media exigua de un 1,6%. Y muchos expertos advierten que el modelo concebido en la era Lula (2002-2010), adoptado después por Rousseff, basado en el estímulo del consumo de las clases medias y bajas, entre otras cosas, está agotado. (Tomado de El País)