[Juan León]

Menudencias

De sueños de grandeza a realidad


El nuestro es nomás un estado “plurinominal”, mal que nos pese y para bien, al menos por ahora, no es un califato y lo menos que podemos exigir es información y consulta sobre los proyectos del gobierno, sobre todo cuando pueden cambiar la vida misma del país.

Concluidos los discursos proselitistas, que admiten todo, el presidente reelegido ha reiterado, como de pasada, su proyecto de invertir 2.000 millones de dólares en una planta de energía nuclear. Su proyecto, si se concreta, pondrá a Bolivia en un escenario hasta ahora totalmente ajeno y en el que habrá, seguramente, mucha tela para cortar.

En lo interno, mientras tanto, tiene ángulos previsibles que preocupan tanto como pensar en la necesidad de aterrizar un poco los sueños de grandeza y revisarlos con sentido pragmático. Por ejemplo, ¿es posible instalar una central nuclear que costará tanto dinero, que es dinero de todos, cuando para operar una simple línea de teleférico se tiene que “aprender haciendo”?

Cierto, el teleférico tiene ventajas en relación con nuestros medios actuales de transporte. Es un medio seguro, sin congestionamientos de “tránsito”, veloz porque comunica en línea recta puntos distantes, sin semáforos ni bloqueos (al menos por hoy), no contamina y es también un formidable medio para el disfrute visual de la magnífica topografía de La Paz.

Pero… apenas inaugurado generó protestas por interrupciones del servicio. Mucha gente quedó, literalmente, colgando en el aire, asustada. Se atribuyó a “fallas técnicas y humanas” el corte de servicio del viernes (una hora y media). Fue culpa, se explicó, de una “falla electromecánica que los equipos técnicos no solucionaron oportunamente”. Y ahora, añadieron, siguen un curso para “Aprender Haciendo”.

Más allá de la anécdota, eso de “aprender haciendo” es típico del gran nivel de improvisación de la idiosincrasia boliviana. El pago de favores o deudas políticas dejó de lado requisitos de experiencia, idoneidad profesionalidad o de responsabilidad en cargos de responsabilidad, Los proyectos fracasados tuvieron siempre altos costos económicos. Antes y ahora. Karachipampa demoró cuarto siglo en arrancar, las barcazas chinas se las pagó y no llegan, la frustrada explotación del Mutún le costará una millonaria multa y el satélite se amortizará en 15 años, cuando acabe su vida útil, por ejemplo.

Hablar así de energía nuclear parece más bien navegar contra la corriente cuando en el mundo hay una creciente tendencia a desmontar las centrales nucleares por su alto riesgo. En Bolivia se puede tal vez cerrar un ojo frente a las pérdidas económicas por la improvisación. Pero sería imperdonable en el caso de un accidente nuclear, por la magnitud de los daños a la vida y al medio ambiente.

Veamos un poco. Salvo el accidente de marzo del 2011 en la central nuclear de Fukushima (Japón, marzo, 2011), provocado por un desastre natural, todos los accidentes ocurridos en el mundo fueron por errores humanos tanto en la manipulación como en la custodia del material nuclear o por fallas mecánicas. Los errores humanos, en algunos casos,

fueron groseros, aunque ocurrieron en países con gran experiencia y capacidad técnica, por su estadio de desarrollo.

Cómo se combinan fallas técnicas y humanas lo prueba el accidente de Middletown (EEUU, marzo 1979). En la central nuclear falló el sistema de refrigeración que impulsaba el agua dentro del reactor. Se cumplieron todos los protocolos técnicos y todos suponían que el sistema volvía a funcionar. Pero el agua se calentó tanto que se evaporó, se mezcló con elementos radiactivos, agrietó el edificio de contención y comenzó a filtrar al exterior. La gente se percató del desastre recién un día después. Los gases almacenados que contenían

elementos radiactivos fueron expulsados a la atmósfera en forma regulada. Y todos coinciden hoy en que a la falla técnica y al descuido humano se sumó una solución irresponsable de cuyas consecuencias nadie habla, hasta ahora.

El ejemplo más dramático es el de Chernóbil (Ucrania, abril 1986). Un aumento violento de potencia en un reactor produjo la explosión de hidrógeno acumulado dentro del núcleo por el sobrecalentamiento, arrojando a la atmósfera unas 200 toneladas de material con una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas. Murieron 100.000 personas en Ucrania, Rusia y Bielorrusia (Greenpeace habla de 200.000). El daño afectó al territorio y la economía de otros países de Europa. Todo el desastre se originó en un simulacro de corte de energía eléctrica con la finalidad de aumentar la seguridad del reactor.

De ese costo hablamos, cuando demandamos consulta nacional para ver si estamos dispuestos a pagarlo, si llega el caso.

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