“Lamento mucho, señor Ministro, que su país haya acudido a la Liga de las Naciones y a la intervención de las potencias extranjeras, cuando podíamos entendernos directamente”, le dijo el presidente chileno Arturo Alessandri, al plenipotenciario boliviano Ricardo Jaimes Freyre, en la entrevista que ambos sostuvieron, el 1 de diciembre de 1922 (Raúl Botelho Gosálvez: “Breve Historia del Litoral boliviano”, 1978, pág. 94).
Aquello de que “podíamos entendernos directamente”, fue y es un subterfugio que Chile siempre ha manejado, a fin de atenuar la exigencia relativa a la recuperación de la soberanía boliviana sobre el Pacífico. En la práctica ni directa ni indirectamente se pudo construir un proceso político que signifique el reencuentro boliviano- chileno, inspirado, básicamente, en la confianza mutua, es decir lejos de las suspicacias que son consecuencias propias de los problemas no resueltos. Por ello Bolivia se vio obligada a tomar el camino que conduce a La Haya con la esperanza de lograr una solución a su centenario enclaustramiento. El vecino, por lo visto, no dejó de alentar una actitud evasiva, en el tema que nos ocupa.
Eso de “podíamos entendernos directamente”, es decir de forma bilateral, fue parte de la estrategia chilena que pospuso, de una manera sistemática y permanente, la solución al encierro geográfico provocado por la salvaje invasión de 1879. De injusta “humillación histórica” calificó Fidel Castro ese hecho. “No solo le arrebataron la costa marítima y la salida al mar, sino que privaron a ese país de extensos territorios muy ricos en cobre que constituían la mayor reserva del mundo”, sostuvo (Carlos Antonio Carrasco: “Conjeturas - Cien crónicas de nuestra época”, 2012, pág. 56).
Por consiguiente desde la época del presidente Arturo Alessandri, salvo algunos intentos de aproximación y entendimiento, no ha cambiado la conducta dilatoria, distraccionista y ocurrente chilena, con respecto al conflicto marítimo, que data del Siglo XIX. Pues cuanto más tiempo gana, mucho mejor para el agresor. En esa perspectiva, posiblemente, objetó a la Corte Internacional de Justicia, en este asunto.
La señal lanzada por el dignatario de Estado, hace más de 90 años, cobra vigencia, ahora posiblemente con mayor fuerza, en la boca de quienes representan, circunstancialmente, a La Moneda. Aquélla fue manejada por el señor Sebastián Piñera y lo mismo por la actual mandataria, señoram Michelle Bachelet. Pues el pensamiento político del presidente Alessandri ha sido captado con nitidez y al píe de la letra, por los gobernantes chilenos de nuestros días. En este contexto ellos profundizaron las actitudes anti bolivianas en desmedro de un arreglo civilizado e histórico del centenario problema.
Por eso estamos en las mismas condiciones o peores que antes en el diferendo boliviano - chileno. Esta realidad se advierte desde que Bolivia, en abril del pasado año, apeló, mediante una demanda, a La Haya, exigiendo a Chile una solución de “buena fe” a su encierro geográfico.
En suma: los intereses expansionistas del vecino impiden que arribemos a un arreglo, justo y equitativo, para el más que centenario conflicto.
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