Cartas
Señor Director:
Al concluir nuestra carrera en la vida cristiana, nos damos cuenta que Dios nos guía por el camino que debemos recorrer, que es bastante diferente para cada cristiano que forma la comunidad eclesial. Con frecuencia admiramos a las personas que hicieron el bien y llegaron a la meta y no pensamos en su larga historia de fidelidad admirable, de entrega con que santificaron su vida para responder a las llamadas de Dios.
Cuando la iglesia nos hace celebrar la solemnidad de Todos los Santos, recordamos con alegría el despertar en nosotros esas semillas de santidad, de paz y bien, que desde el bautismo sembró Dios en nuestros corazones. Todos, desde cualquier lugar y en las circunstancias en que nos encontramos, estamos llamados a ser perfectos cristianos, por medio de la fe y las obras, como nos dice Santiago (Cap. 2 versículo 17).
El 1 de noviembre recordamos la fiesta de Todos los Santos, según San Mateo (5, 1-12), elegidos por Dios para formar la Iglesia. Ellos interceden por nosotros en forma constante, por eso vaya nuestra veneración por la Iglesia triunfante. El 2 de noviembre es el día de los fieles difuntos (Salmo 129, 1-2). En la cosmovisión andina recordamos a los difuntos. Sabemos que la muerte es la pascua, que quiere decir el paso de la muerte a la vida. En esta ocasión se prepara los altares para los difuntos en escuelas, colegios, viviendas, con vivos colores dedicados al mundo de la Alaxpacha. Los hogares de las familias del difunto son visitados todo el día y la noche por todos los “resiris” que tocan música adecuada con zampoñas, bombos y platillos, celebrando la llegada de los difuntos y como paga reciben ofrendas que son frutas, maicillos, t´anta wawas, suspiros; se les ofrece comidas variadas que le gustaban al difunto. En el culto a los antepasados los recordamos con ritos de agradecimiento, perseverando valores como respeto, fraternidad y hermandad, que quedan en nuestra Patria como un patrimonio cultural que forma parte de nuestra identidad.
Estas tradiciones de nuestra querida Patria y otras dan fuerza a nuestras costumbres ancestrales y nos llevan a pensar que las almas nos visitan y se va formando la comunidad eclesial. Visitamos las tumbas en los cementerios en un acto de filial afecto, llevando flores, prendiendo velas; rezamos, cantamos para ayudar al difunto a salvarse de sus penas y pecados. Se solicita al sacerdote celebrar una misa de sufragio.
Esta fiesta dedicada a los difuntos está muy arraigada en todos los departamentos, provincias, pueblos, cantones de nuestra Patria. Esta festividad se cumple estrictamente como debe ser y es aprobada por las autoridades en toda la comunidad.
David Espejo
O.F.S.
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