Por principio, cada proceso electoral debería ser escuela de introducción al comportamiento para las fuerzas que intervienen en el proceso, porque tanto las campañas como la concreción de los actos electorales muestran, cada vez, facetas nuevas, comportamientos de los ciudadanos, actitudes diferentes en los delegados de partidos, conductas diversas de muchos jurados electorales y, por supuesto, actitudes especiales de las fuerzas policiales o militares que controlan los recintos electorales.
Las últimas elecciones han mostrado que no hubo enfrentamientos verbales o de hecho entre las fuerzas que buscaron el voto y, si hubo algún caso aislado, no tuvo consecuencia alguna. Esto prueba una madurez en la ciudadanía y muchas dotes de prudencia en los delegados de los partidos políticos. Tal vez lo que faltó fue mayor orden para llegar a las mesas de votación y muy especialmente se notó la ausencia de personal del Tribunal Supremo Electoral que oriente sobre las mesas donde deben votar quienes tienen dudas o se les cambió de recinto electoral por cualquier razón.
Unión y armonía entre los participantes es preciso conseguir; pero no unión por ser o pretender algo de un partido, sino unión en los objetivos comunes que la ciudadanía anhela se cumplan, unión en los procedimientos para evitar conflictos evitando las confrontaciones o posiciones extremas; unión para rechazar a provocadores que buscan discordias con tal de conseguir ganancias de posición para algún candidato.
Armonía porque es preciso actuar bajo el principio de que todos somos hijos de la misma patria y que el acto electoral es un derecho y un deber que se ejerce con miras a designar a las autoridades para que administren el país; armonía en las conductas para evitar dificultades o malentendidos con los encargados electorales; armonía para conseguir que haya paz, tranquilidad y respeto en todos los actos mientras se esté en el recinto electoral y fuera del mismo; armonía, en fin, para restañar heridas o resentimientos que se hayan producido durante la campaña.
Nuestra Democracia se asienta mucho cuando se producen actos electorales que muestran la voluntad del pueblo; es, en definitiva, el mejor sistema para conseguir paz, armonía y unión entre todos. Es el mejor medio para que el Gobierno o las autoridades que asuman algún poder actúen en concordancia habida cuenta que todos los problemas nacionales, las dificultades que se enfrentan y las posibles soluciones son de interés general del pueblo, donde las diferencias político-partidistas no deben contar ni tener importancia alguna. El consenso y el disenso son precisos con respeto y unidad para el logro de objetivos que sean de mutua conveniencia y que son básicos para perfeccionar nuestro sistema democrático.
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