Innegablemente, la obnubilación por el poder da lugar a que se conciba las ideas más descabelladas. Lamentablemente, esto es lo que ocurre con el Gobierno que “proyecta la instalación de una planta de energía nuclear” que sirva para generar energía eléctrica y utilizar “en todo lo que la necesidad productiva lo precise”.
La idea, muy peregrina por cierto, es imposible llevarla a cabo por diversas razones: la primera, nuestro país no está en condiciones de gastar la friolera de 10 a 15 mil millones de dólares en la instalación de esa planta; su funcionamiento requeriría personal muy capacitado que nosotros no tenemos; habría que contratar profesionales muy bien pagados, que trabajen actualmente en las plantas existentes en el mundo y que tengan mucha experiencia; precisaríamos contar con uranio (que posiblemente lo tenemos en nuestro territorio, pero en escasa cantidad), plutonio y otros elementos. Se tendría que definir un espacio muy amplio y lejos de sitios poblados para las instalaciones, etc., etc.
La verdad es que, hasta para tratar el tema, no hay ninguna preparación en nuestro país y lo que se pueda decir es en base a lo experimentado por naciones ricas y desarrolladas que, con las experiencias de Chernobyl y Fukushima en Japón, están convencidas de que ninguna planta nuclear por ningún motivo se justifica, que lo ideal sería desmantelarlas y ello implica gastos multimillonarios y, además, liberación de la radiación que emitirían al ser anuladas y ello sería perjudicial no sólo para los países en que están instaladas sino para todo el mundo porque la emanación radioactiva se expande fácilmente.
Las plantas nucleares son, en el momento, problemas muy cruciales para los países que las mantienen y tanto Rusia como Japón no saben qué hacer con ellas y las mantienen cerradas o clausuradas con atención permanente de personal expresamente contratado, y, además, que conoce el problema. Desmantelarlas, ¿con qué costo será y con qué consecuencias?
Contar con una reserva de dinero muy interesante para nosotros, pero mínima para otros países y casi nada para los ricos y desarrollados, no da lugar para pensar en proyectos multimillonarios que, además, no reportarían beneficio para el país y, por el contrario, sería contraproducente por diversos motivos. Atenidos a que “hay dinero” creemos que podemos encarar los proyectos más descabellados y éste es el de la planta nuclear. Si hay dinero, que se lo utilice para ampliar, mejorar y crear empresas hidroeléctricas que con tanto éxito trabajan en Bolivia y en todo el mundo; será positivo que se piense en otros sistemas, sanos y positivos para lograr energía. Finalmente, que usemos dinero en infraestructura absolutamente necesaria, como son hospitales, postas sanitarias, escuelas, colegios y construcción de carreteras y puentes.
Es de esperar que el proyecto fantasioso de una planta nuclear sea despejado por el gobierno en razón de la imposibilidad e inutilidad para el país.
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