Chile surgió a la vida independiente el 18 de septiembre de 1810, como un país pobre. Es decir con exiguos recursos naturales, en un territorio “largo como el espinazo de un pescado”, según Germán Arciniegas (Mariano Baptista Gumucio: “En lugar del desastre”, 1975, pág. 23).
“En la etapa colonial había dedicado (Chile) sus tierras de valles a la producción especialmente de trigo y que era, cuando ya alcanza su independencia, su principal producto de exportación especialmente al Perú, sin haber tenido en su territorio riqueza minera que le proporcionara tranquilidad económica a futuro” (Juan Pereira Fiorilo: “Riqueza usurpada por Chile del departamento Litoral de Bolivia”, 2001, pág. 8).
“Chile, país relativamente pobre en metales preciosos, había sido algo así como un puesto fronterizo de avanzada en el periodo de la dominación española” (Phillip T. Parkerson: “Andrés de Santa Cruz y la Confederación Perú-Boliviana 1835/1839”, 1984, pág. 161).
Connotados pensadores, nacionales y extranjeros, han ratificado que Chile fue un país pobre, realidad histórica que difícilmente podrá ser tergiversada por intereses creados.
En consecuencia el cobre de Chuquicamata le ha permitido a Chile salir de la pobreza y relacionarse con las naciones más desarrolladas del mundo. Es que le ha reportado ingentes cantidades de dividendos que revolucionaron el erario nacional chileno. El cobre ha jugado un papel decisivo en los destinos del país vecino.
El cobre no sólo hizo posible el bienestar del pueblo chileno, generando miles de fuentes de empleo, sino que también ha enriquecido a sectores de origen transnacional. Y gracias a ese mineral las fuerzas armadas renovaron sus pertrechos, pensando, posiblemente, en alguna contingencia bélica.
Chuquicamata, la mayor mina de cobre de todos los tiempos, fue parte indisoluble del territorio de Bolivia, hasta la invasión anglo-chilena de 1879, que marcó el enclaustramiento marítimo boliviano.
“Cobre chileno” lo llaman sin escrúpulo quienes nos arrebataron ese mineral. Asimismo presumen que Chile es el mayor productor de cobre del mundo. Y cómo no si de las exportaciones de cobre de 1.215.000 toneladas que producía la Gran Minería, el 60% correspondía a Chuquicamata frente a la Escondida y El Salvador en 1997, según señala Juan Pereira Fiorilo, en su libro “Riqueza usurpada por Chile del departamento Litoral de Bolivia”, edición 2001, pág. 135.
Pero Chuquicamata pertenece a Bolivia. No importa que el agresor haya saqueado sus recursos naturales, sino que esa región minera está marcada con el rojo, amarillo y verde. Lo que importa es que la comunidad internacional conoce este hecho atentatorio en contra de los supremos intereses de la Patria. Tal desmembración territorial debe ser reparada por justicia.
En suma: Bolivia no sólo fue privada de su salida al océano Pacífico sino que fue despojada de sus recursos naturales, como el cobre de Chuquicamata, por Chile.
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