Los chimpancés, los simios más parecidos al ser humano, son violentos por naturaleza. Se enzarzan en ataques coordinados contra otros miembros de su misma especie y, según han confirmado ya algunos estudios, utilizan el crimen para aumentar el acceso al territorio, la comida o el sexo. Ahora, por si fuera poco, un nuevo estudio realizado en el famoso Parque Nacional de Gombe, en Tanzania, ha descubierto que también ejercen violencia de género, una estrategia que puede parecer reprochable, pero que a ellos les funciona para tener una amplia progenie. Resulta que los machos que agreden y abusan constantemente de las hembras tienden a tener más hijos con sus víctimas.
“Por desgracia, es cierto”, afirma Anne Pusey, responsable de antropología evolutiva en la Universidad de Duke. “Pero ayuda a explicar el patrón de agresión masculina que hemos visto entre machos y hembras en más de 50 años de observación".
Aunque los chimpancés son genéticamente los parientes más cercanos de los seres humanos, los científicos subrayan que el comportamiento de apareamiento varía significativamente entre esa especie y la nuestra... para nuestro propio beneficio, especialmente si se es mujer. “La coerción sexual funciona para los chimpancés porque las hembras se aparean promiscuamente con la mayoría de los machos en su grupo durante cada ciclo (para evitar que luego ellos maten a las crías, que podrían ser suyas), así que los machos intentan limitar la elección femenina", explica Joseph Feldblum, autor principal del estudio, que aparece publicado en la revista Current Biology. Sin embargo, “el sistema que favorece la coerción masculina en los chimpancés es menos frecuente en los seres humanos", publicó ABC.es
Además de las observaciones de campo tomadas casi a diario durante 12 horas, los investigadores recogieron el ADN de muestras fecales desde mediados de la década de los 90, lo que permitió ejecutar pruebas de paternidad en 31 recién nacidos incluidos en el estudio.
Feldblum estableció análisis estadísticos para examinar el éxito de apareamiento y la paternidad de los machos que eran agresivos con las hembras durante los períodos en los que ellas estaban sexualmente receptivas y en los que no. De esta forma, comprobaron cómo la agresión en cualquiera de estos momentos influía en las tasas de apareamiento y la probabilidad de paternidad.
Estas agresiones iban desde persecuciones a muestras de agresividad revolviendo las hojas o la vegetación a su alcance, hasta los ataques físicos como mordiscos o golpes. “A veces daban auténticas palizas a las hembras, causándoles heridas", dice Pusey, quien hizo la investigación de campo en Gombe durante muchos años bajo la supervisión de Jane Goodall.
Los investigadores encontraron que la agresión a corto plazo durante el período de excitación sexual de la hembra aumentaba las posibilidades de cópula del varón, pero, sorprendentemente, la agresión no fue un factor de predicción de la paternidad.
Lo que hizo predecir la paternidad era la agresión, sobre todo entre los machos de alto rango, durante los períodos entre los celos de las hembras. Esos abusos a largo plazo, en el período de dos o tres años previos a la concepción, es lo que daba lugar a la paternidad.
“Los machos que mostraron más agresividad hacia las hembras durante los períodos en los que no estaban receptivas eran más propensos a lograr la paternidad de las crías de esas hembras, y esto es más cierto para los machos de más alto rango", dice el investigador.
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