A propósito del reciclaje del papel

Los años de lectura tienen su consecuencia. Y no me refiero sólo a la lectura de libros sino también a la de diarios o periódicos de circulación local y nacional, los cuales con el paso del tiempo fueron acumulándose inexorablemente. Secciones dignas de colección como suplementos y revistas se conservaron, mientras que el resto que representa casi la totalidad fue hacinado en el rincón de un frío depósito a la espera de que alguien en algún momento les dé utilidad. He tratado hasta el cansancio de ubicarlos en los negocios que se dedican al acopio de papel y otros materiales en desuso, pero fue un rotundo fracaso, no aceptaron bajo ningún argumento el que les deje siquiera gratis la tonelada de periódicos acumulados. No lograron explicarme con claridad el porqué de su terca posición, si se supone que este material es reciclable.

Muchos años atrás, agarrado del ímpetu y curiosidad de la juventud, fabriqué papel reciclado a partir de una mezcla de periódicos pasados y cuadernos viejos; luego de un procedimiento que hoy calificaría de engorroso, debo admitir que el resultado fue insatisfactorio, pese a haber seguido minuciosamente todos los pasos de la receta. El experimento mencionaba que para aminorar el tiempo de su elaboración, concretamente en el proceso del desmenuzamiento, era indispensable el empleo de la licuadora; y como el reciclado nunca salía homogéneo, en esta parte hacía su intervención la plancha. Ahora, una rápida revisión a ambos artefactos demuestra que el consumo energético es elevado, ya que reúnen 1.800 vatios de potencia, equivalentes a 60 focos ahorradores de 30 vatios promedio cada uno ¡más del triple de los existentes en mi vivienda! El consumo de energía es proporcional a la potencia de un aparato eléctrico, es decir, a mayor potencia mayor es el consumo congruente con el tiempo de uso. Otro aspecto lamentable fue el volumen de agua potable utilizado, pues fue exorbitante si se compara con la pobre producción de hojas recicladas (dos o tres hojas oficio). El agua remanente con “más pena que gloria” fue a dar al desagüe junto a las partículas y tintes derivados del tamizaje. Recordar esta experiencia ayudó a develar la incógnita y una vez más ratificó el dicho de que “no todo lo que brilla es oro”.

En conclusión, reciclar cualquier tipo de papel, es igual o más costoso de lo que todo el mundo imagina. Con la compra de papel reciclado no piense que le hace un gran favor al medio ambiente, pues el despilfarro de energía y recursos naturales no renovables que lleva inherente, trae serias implicaciones sobre el planeta, como el agravamiento del efecto invernadero y la desertificación. Asimismo, los procesos esenciales de fabricación casera o manual de papel reciclado, son el fiel reflejo de lo que sucede industrialmente, pero a una escala menor. Cuadros comparativos apuntan que en uno y otro procedimiento se desperdicia el 99 % del agua empleada. Una premisa indica que si resulta igual o más caro reciclar o se requiere más energía de la necesaria, es mejor no reciclar.

A las grandes industrias papeleras de los países desarrollados les es más barato y cómodo despojar a la naturaleza de cientos o miles de hectáreas de bosques nativos o tierras vírgenes para plantar pinos y eucaliptos (bosques granja), principal materia prima del papel nuevo. Y llega a más, la demanda mundial por el papel es voraz, pues el actual sistema consumista y depredador también está contribuyendo a la progresiva destrucción de los bosques tropicales, ricos en biodiversidad para plantar ¡una sola especie de árbol! Sólo piense en cuánto papel es utilizado diariamente en una u otra forma, porque viene en casi cada producto comprado.

Por otro lado, a las recicladoras del papel no les interesa en lo mínimo reciclar periódicos, debido a la estructura de la que están conformados (fibras cortas de celulosa), que impiden una y otra vez su reciclado, a diferencia de los papeles hechos de fibras largas, como el papel de oficina, de más valor. Se acepta generalmente que una fibra sea utilizada hasta cinco veces antes de que sea demasiado corta para ser reciclada en productos de papel. Esta es la explicación del porqué los intermediarios no quieren acoger papel periódico y también la razón del porqué el experimento no salió tan bien.

A la célebre frase ecológica de las “tres eres” (reciclar, reducir y reutilizar) habría que quitarle la primera ere, ya que no se ajusta del todo a las actuales circunstancias; lo poco que tiene a su favor está relacionado con el aumento del espacio en los rellenos sanitarios. De los términos restantes, éste es el que -desde mi punto de vista- reviste mayor importancia: el reducir, pues con él se logra un efecto directo y amplio en la reducción de los daños al medio ambiente; implica el comprar menos y cada vez menos cosas superfluas o redundantes (celulares, televisores, etc.), y racionar o consumir menos recursos naturales y energéticos (agua, gas, electricidad, etc.).

Entretanto, me dedicaré a reutilizar las copias y la cara en blanco de los impresos o -si no hay otra alternativa- a transformar los periódicos en manualidades (cestos, gorros, joyeros, figuras de animales, etc.), que de paso son una buena terapia anti estrés.